sábado, 5 de septiembre de 2009

La primera flecha se clavó en la oreja de Guillermito Tell

La semana pasada hablábamos de experimentar de forma fraccionada. Es decir, para fraccionar dividimos el problema (la duda, la dificultad, el proyecto, el programa, el plan, el método, lo que sea) en fracciones más pequeñas y empezamos a concentrarnos en los resultados que sean más tangibles, olvidándonos de preparativos, informes, disquisiciones y filosofías baratas. Los resultados más tangibles son los que sean más fáciles de conseguir. Empezamos por lo más fácil, por aquello que sabemos que va a salir bien. Céntrate en aquello que dominas, en aquello sobre lo que tienes control. En vez de preguntarte qué dificultades te vas a encontrar por el camino, pregúntate para qué estás preparado y qué es lo que puedes lograr de forma inmediata. Si acumulas pequeños éxitos, cada vez te vas a ir atreviendo con cosas más difíciles. Determinar tus objetivos específicos a corto plazo, aquellos que puedes dominar con poco esfuerzo, te abrirá el camino hacia lo más difícil. La persona inteligente valora la acción por encima de la planificación, la realización por encima del pensamiento, lo concreto por encima de lo abstracto. Al principio, se trata de nadar a favor de la corriente, aprovechar la fuerza del agua para conseguir pequeños avances. Comienza con tareas factibles, busca los objetivos más fáciles, más realistas, más a tu disposición. Empieza por el pequeño riesgo que estás dispuesto a asumir. Si fracasas no es más que un pequeño experimento. Primero márcate un solo objetivo y no pases al segundo mientras no hayas conseguido el primero. Desde luego, nunca te marques más de dos objetivos al mismo tiempo. Pero recuerda que un objetivo es una actividad, una acción. Un objetivo no es algo teórico, no es algo impreciso o genérico, sino una acción, algo que haces. La orientación hacia la acción es lo que te dará un sesgo de inteligencia. Las personas sólo somos capaces de manejar de una vez una pequeña cantidad de información. Convierte tus objetivos en acciones, experimenta, haz ensayos, y tendrás el éxito asegurado. "Preparados. . . listos. . . ¡ya!" no es un planteamiento inteligente. El planteamiento inteligente es "¡ya!. . . listos. . . preparados. . ." Primero disparas hacia un blanco fácil y después apuntas. Poco a poco podrás ir ajustando tu puntería y podrás buscar blancos más difíciles. La primera flecha que Guillermo Tell lanzó se clavó en la oreja de su hijo. La segunda se acercó un poco más a la manzana. La tercera, dio en el blanco.

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