martes, 4 de mayo de 2010

Clase abierta

Cuando tenía quince años, vi un aviso que mostraba a un ejecutivo entrevistando a un joven candidato. Al pie decía: "Cuéntame qué estás leyendo...". Por primera vez me di cuenta que, una persona que lee, tendrá mejores posibilidades de conseguir un trabajo y me alegré de mi afición por la lectura.

Recordé este aviso cuando, dictando una clase en la Universidad, pregunté ingenuamente al grupo: "¿Qué fue lo último que leyeron?" Se hizo un silencio sepulcral... hasta que una estudiante admitió -con vergüenza- que había leído una novela romántica. El resto, nada. Estaba frente a más de cincuenta personas que aspiraban a ser médicos, investigadores y científicos... pero que no leían!

Esta situación no me sorprende solamente porque me gusta leer, sino porque existen miles de libros y artículos (¡tantas cosas bien escritas!) que ayudarían al desarrollo personal y profesional de estos jóvenes... pero ellos "no tienen tiempo" para cosas desconectadas de su campo.

Todos -en mayor o menor medida- afirmamos que los jóvenes no leen por culpa de la Televisión, los Videos, los Ciber-juegos, o el Chat. Como adultos, ¿no deberíamos reconocer que tampoco leen por culpa nuestra? Como autocrítica, pienso que los profesores tendemos a centramos demasiado en las lecturas obligatorias y en el material de estudio. Así, obligamos a los estudiantes a leer y memorizar textos densos, largos y tediosos. Luego, los evaluamos según su capacidad para "regurgitar" esa información, más que por su aptitud para analizarla, conectarla e integrarla con otros conocimientos.

Los descubrimientos científicos y los progresos en las prácticas profesionales, suceden muchas veces gracias a personas que descubren conexiones no vistas. El camino de las nuevas ideas pasa a través de diferentes sectores de nuestro cerebro. Como formadores, podemos ayudar -a quienes no leen- estimulándoles a recorrer distintos caminos y demostrándoles que, de esa manera, tendrán más posibilidades de crecer.

Cuando yo estudiaba, un profesor me comentó algo muy útil: leer varios libros al mismo tiempo alienta nuestra mente para realizar saltos y extender puentes entre diferentes temas. Me dijo que no sintiera culpa por dejar a un lado mis apuntes de clase, para leer una novela de misterio. Creo que jamás me hubiese interesado en la historia de Francia, si no hubiese leído primero "El conde de Monte-Cristo" de A. Dumas, o "Historia de dos ciudades" de C. Dickens... Esto se lo debo a su estímulo.

Nuestro trabajo se beneficia tremendamente de las "lecturas cruzadas". El aspecto más provechoso de leer materiales variados, son las impredecibles direcciones que toma nuestros pensamientos. La forma tradicional de enseñar, especialmente en la universidad, sacrifica la libertad por los estándares académicos. Todo profesor tiene "su libro" que los alumnos deben leer, su "autor fetiche" que deben conocer. Muchos, basan todo el año académico en ese limitado conjunto de ideas.

Lo cierto es que la educación es tan emocional como intelectual. Aprendemos confrontando problemas reales que nos importan personalmente. Como profesores, podemos ayudar a aprender la ciencia más "dura", de la manera más "blanda". Cuando las personas se involucran emocionalmente con un tema, se comprometen más activamente con él y lo tratan de forma más creativa.

Los estudiantes que tenemos frente a nosotros, tienen cientos de inquietudes que el plan de estudios no cubre. La mayor parte del tiempo, no las plantean porque saben que pensar diferente implica "arriesgarse" y prefieren no hacerlo. Hasta que no se sientan seguros con nosotros, no se atreverán a pensar por sí mismos.

Demos clases más abiertas. Dejemos que las personas prueben nuevos caminos. Nuestro trabajo no es enseñar, sino ayudar a aprender. Recordemos: somos responsables de las personas, no de los contenidos...

No hay comentarios:

Publicar un comentario