viernes, 9 de septiembre de 2011

El equilibrio en la creación


Equilibrio es el estado de un cuerpo cuando encontradas fuerzas que obran en él se compensan destruyéndose mutuamente. Es la armonía entre cosas diversas.
Pensar en el concepto "equilibrio" hace venir en primer lugar a la mete la idea de algo quieto, como un estanque de agua tranquilas. Sin embargo, este equilibrio es totalmente dinámico. Algo se encuentra en ese estado cuando las fuerzas antagónicas se hayan en igual magnitud y sus direcciones se contrarrestan. Por ejemplo, un vaso con agua nos puede parecer quieto. Si podemos mirar las moléculas, encontramos que continuamente se están moviendo en todas direcciones. Incluso algunas salen del vaso mientras que otras entran. Desde la distancia, parece todo en reposo, pero es solamente una ilusión.
Una persona equilibrada no es estática. Es quien ha aprendido a armonizar sus impulsos. Precisamente porque no es rígida en algún momento debe romperse este equilibrio: se aprende una nueva conducta, se toma una decisión, se elimina un defecto, etc. Los impulsos vuelven a reacondicionarse y se podrá buscar una nueva armonía, un nuevo equilibrio.
En la naturaleza, los seres de los distintos reinos viven en forma equilibrada. La población de cada especie se mantiene en la proporción adecuada. Es lo que llamamos ecosistema. Sin embargo, no es algo quieto. Mientras cada especie interactúa conforme a un rango de fuerzas determinado, el sistema, decimos, permanece en equilibrio. Si alteramos el curso natural de una sola de las especies, aumentando o disminuyendo su población, el ecosistema se altera y pierde su precioso y vital equilibrio.
Podemos apreciar que el Universo todo es un ecosistema. No obstante el equilibrio se va rompiendo gradualmente. Una estrella tiene un proceso de nacimiento, madurez y muerte. Sus energías van variando y rompiendo el equilibrio. El universo va gradualmente restableciendo nuevos equilibrios.
Lo mismo ocurre en nuestro planeta. Los ecosistemas en forma natural no son permanentes. De pronto una especie comienza a aumentar su población si desarrolla mejores mecanismos de supervivencia, o lo contrario y comienza a disminuir. El resto de las especies reaccionan con este cambio. Finalmente se restablece un nuevo ecosistema, un nuevo equilibrio que pronto volverá a ser alterado en un juego que durará toda la historia del universo.
Como antes señalábamos, lo mismo ocurre con el ser humano que a través de su madurez va estableciendo nuevos equilibrios. La idea es que cada vez sean mejores para su calidad de vida, lo que por desconocimiento del modo de proceder, las personas no siempre lo logran. 
Esto es la vida: una lucha de fuerzas antagónicas. Se debe alcanzar la sabiduría y ecuanimidad para manejarla. Llegado el momento hay que atreverse a romper el equilibrio para construir una armonía mejor. Pero hay que actuar sabiendo que una acción pondrá en ejecución diversas fuerzas. Algunas pueden ser inesperadas. Algunas no deseadas. Hay que planificar un poco para tratar de prevenirlas.
Por una parte es indispensable romper el equilibrio para evolucionar, avanzar y adquirir nuevas experiencias. Y por otra, intervenir en un equilibrio establecido implica un riesgo. Pero la única manera de aprender a hacerlo con sabiduría es experimentar, intentando y equivocándose al principio.

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