sábado, 10 de septiembre de 2011

El rechazo, realmente ¡duele!

La ciencia ha descubierto que el dolor físico y los sentimientos intensos de rechazo social producen el mismo daño, al activar las mismas regiones cerebrales.

La sensación de molestia y malestar que nos producen una espina clavada y las palabras de desprecio hacia nosotros, de una persona que queremos o valoramos, no son tan diferentes como pueden parecer, ya que disparan la actividad de las mismas regiones del cerebro. Una hiere el cuerpo, la otra el alma.

"Es la vida un dolor en que se empieza el de la muerte, que dura mientras dura ella", señaló una vez el escritor español Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645), dando a entender que las sensaciones de desagrado o aflicción más o menos severos, son la regla y no la excepción en la existencia humana.

En su reflexión, el poeta autor de "La vida del Buscón", no diferencia el dolor físico, aquel que se alivia con fármacos analgésicos, anestésicos y anti-inflamatorios, del dolor psicológico y emocional; ese dolor del alma, que se produce por la pérdida de un ser querido y que a veces se calma con un beso, un abrazo o las palabras de un psicólogo o un amigo.

Ahora la ciencia ha venido a darle la razón al ocurrente Quevedo, al descubrir que el dolor físico y los sentimientos intensos de rechazo social producen el mismo 'daño' al activar las mismas regiones cerebrales.

"Derramarse encima una taza de café caliente, y pensar acerca de cuánto se sintió el rechazo al mirar la fotografía de una persona con la que se haya experimentado recientemente la ruptura de una relación, al parecer, causan tipos de dolor muy diferentes. Pero esas sensaciones pueden ser más similares de lo que pensamos", según el psicólogo social de la Universidad de Michigan, Ethan Cross, autor principal del trabajo.

Los fuertes sentimientos de rechazo social activan las regiones del cerebro que están involucradas en la sensación del dolor físico.

Si el rechazo produce dolor, el amor parece calmarlo, de acuerdo a otra investigación de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, en California (Estados Unidos), que ha comprobado que los sentimientos de amor apasionado pueden aliviar el dolor con la misma eficacia que los analgésicos e incluso que algunas drogas ilegales, como la cocaína.

El alivio físico al dolor es posible cuando el amor intenso activa las mismas regiones del cerebro, en donde actúan los medicamentos destinados a calmar el dolor: el sistema de recompensa cerebral, que es el encargado de generar recompensas bioquímicas ante determinados estímulos que recibe la persona.

"En los sistemas de recompensa se genera la dopamina, una hormona y a la vez un neurotransmisor (mensajero químico que intercomunica las células nerviosas) que influye en nuestro estado de ánimo, en nuestra gratificación y en nuestra motivación", explica el investigador médico Sean Mackey, que ha dirigido el estudio de Stanford.

Según el doctor Mackey."Cuando las personas se encuentran en la fase del amor más apasionada existen alteraciones significativas en su estado de ánimo que impactan sobre su experiencia del dolor".

Investigaciones han descubierto sorprendentes vínculos entre la aparición o el alivio de las sensaciones dolorosas y determinadas experiencias emocionales, psicológicas o espirituales.

Las personas que tienen creencias religiosas pueden resistir más el dolor, según un equipo de científicos de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, que ha realizado escáneres cerebrales a una serie de individuos que fueron sometidos a choques eléctricos después de observar imágenes religiosas.

Los investigadores descartan que este "efecto analgésico" se deba a una religión en particular, y creen que esa capacidad de controlar el dolor también se puede conseguir por medio de meditación u otras estrategias psicológicas.

Annette Moreno - Volar libre  http://www.youtube.com/watch?v=7eEIZ6zXluE

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