jueves, 29 de julio de 2010

"Los empresarios son cobardes"

El equilibrista Philippe Petit, que cruzó caminado las Torres Gemelas, da consultoría a empresas sobre cómo prepararse para correr riesgos (sin riesgos).

El 7 de agosto de 1974, Philippe Petit subió hasta el último piso de una de las Torres Gemelas del World Trade Center, en Nueva York, arrojó un cable de metal hasta la otra torre, a más de 60 metros de distancia, y durante una hora caminó de un lado al otro, ante la atónita mirada de los neoyorquinos que lo observaban desde la calle. La hazaña de Petit, hermosa e inclasificable, fue rescatada hace dos años por Man on Wire, una película igual de hermosa e inclasificable que transformó al pequeño funambulista francés en una celebridad y, sorprendentemente, también lo convirtió en un requerido orador para conferencias y seminarios corporativos.

En la primera semana de mayo, Petit fue el orador principal de un foro organizado en Nueva York por el Americas Business Council, una fundación copresidida por cuatro empresarios mexicanos: Emilio Azcárraga Jean, de Televisa; Guillermo Romo, de Grupo Mega; y Angélica Fuentes y Jorge Vergara, de Grupo Omnilife. El tema del foro era el coraje su lema, en inglés, decía: "Coraje: un foro de ideas atrevidas" y sus oradores, una decena de personas más o menos famosas (más famosas: Richard Branson, fundador del Grupo Virgin; menos famosas: Paul Watson, capitán de un barco que protege ballenas) destacadas por haber dado muestras de arrojo o valentía. Petit fue presentado en el escenario por el propio Azcárraga, aficionado a las carreras de autos, que se deshizo en elogios hacia él. Una hora antes, Petit, un hombre de 60 años que nació en Francia pero vive desde hace más de 30 en EU, había conversado con Expansión en uno de los sótanos del Museo de Arte Moderno de Nueva York, donde se estaba realizando el foro.

¿Usted sabe dónde está el límite ideal entre la valentía y la prudencia? ¿O cree que cada uno tenemos un límite distinto?
Hay una diferencia importante entre ser valiente y ser, digamos, conservador. Si uno se concentra en protegerse a sí mismo, nunca hará cosas que entran en la categoría de valientes o corajudas, porque para eso nunca necesita poner a prueba los límites exteriores de uno mismo y de las cosas y la gente que lo rodean. Al mismo tiempo, sin embargo, ser prudente es algo perfectamente honorable: uno no debería ir por ahí arriesgando su vida. En mi profesión como equilibrista de altura, me siento bastante seguro, porque me preparo de tal manera que no siento que estoy poniéndome en peligro. No siento que estoy arrojando los dados deseando: "Ojalá no muera hoy". Nunca haría algo así. Pero la línea entre ambas cosas es fina. La línea entre atreverse y protegerse a uno mismo no es clara, porque no son conceptos necesariamente opuestos. Mira mi ejemplo: yo me protejo mucho a mí mismo y, al mismo tiempo, hago cosas increíbles.

Cuando alguien hace cosas distintas o especialmente arriesgadas, a veces empieza a oír la palabra loco para describir lo que hace. ¿Le molesta si alguien dice que usted está loco?
No puedo hablar por lo que dicen otros, pero, para mí, cuando alguien me dice que estoy loco, yo respondo que sí, que probablemente estoy loco por los detalles, loco por la obsesión de asegurarme de que mi vida no está en peligro, loco por mi intención de conseguir la perfección, loco por diseñar la performance más hermosa posible. Es, en cualquier caso, una locura muy noble. Creo que uno debe estar mentalmente muy sano para caminar por una cuerda en altura y hacerlo durante toda su vida, como he hecho yo y aún lo sigo haciendo.

En los últimos años usted ha conocido a muchos empresarios y ejecutivos. ¿Qué ha aprendido del mundo de los negocios? ¿Cree que debería ser más valiente o más prudente?
Yo, por supuesto, soy lo contrario de un hombre de negocios: soy un artista. Me cuesta tiempo y esfuerzo comprender y lidiar con el aspecto comercial de mi trabajo y aun así lo hago, porque todo artista necesita que le paguen por su trabajo, encontrar socios y colaboradores para crear sus proyectos, etcétera. De todas maneras creo que en el mundo de los negocios hay una cobardía generalizada y una tendencia muy fuerte a esconderse detrás de reglas administrativas. ¿Dónde hay en el mundo de los negocios alguien que diga "Hagámoslo, todo es posible"? Eso suena más a una aventura que a una empresa. Y mis proyectos, aunque son más aventuras que negocios, también involucran mucha planificación (algunos me han llevado más de 10 años), reuniones con gobiernos de ciudades, con patrocinadores, con equipos de trabajo. A los hombres de negocios les diría entonces que se atrevan, que corran riesgos, que desaprendan todo lo que han aprendido. Considero que en el mundo de las empresas mucho de lo que se aprende está mal, no es humano, no es natural, y no es atrevido. Es muy conservador, demasiado prudente: pienso que muchas empresas conseguirían grandes cosas haciendo lo opuesto.

Usted probablemente se identifica más con la ética y la actitud de los emprendedores...
Sí, sí, absolutamente. Los emprendedores se atreven a llevar adelante sus proyectos, y a desaprender lo que han aprendido. Mira, lo que yo he notado es que en el mundo de los negocios hay mucha gente que cuando le hacen una pregunta o la confrontan con una situación, lo primero que dicen sus labios es "no", tienen una actitud negativa automática. Dicen: "Bueno, esto podría ser un problema, esto también podría ser un problema". A mí me gusta pronunciar la palabra "solución", no la palabra "problema", y para mí la palabra clave es "sí". Este contraste me ha hecho sufrir, a mí y a muchos otros artistas, porque el mundo de los negocios está demasiado lejos de la poesía y del teatro de la vida.

¿Qué es lo que intenta hacer con sus conferencias corporativas?
No trato de hacer nada. Intento lanzar mi personalidad y mis creencias hacia la audiencia, de la manera más honesta posible. Por ejemplo, el tema de hoy es el coraje, que es un asunto muy complicado, porque yo no me veo a mí mismo como alguien valiente, sino que prefiero describirme como apasionado. Mi desafío de hoy es compartir con la audiencia todo lo que he aprendido en mi vida como autodidacta. Yo no fui nunca a ninguna escuela y no he tomado ningún curso sobre cómo se piensa el mundo de los negocios. Por eso sorprendo a mucha gente con mi filosofía y mis acciones, mi objetivo es inspirar al público, para que tomen su vida y su trabajo con más atrevimiento.

EL CRIMEN ARTÍSTICO DEL SIGLO

La historia de Philippe Petit ya está en la pantalla grande. Este año se estrenó el documental Man on Wire que recrea cómo planeó este (por aquellos años) joven francés su hazaña en la Gran Manzana.

El 7 de agosto de 1974, Petit pisó un cable colgado ilegalmente entre las Torres Gemelas de Nueva York, entonces los edificios más altos del mundo. Tras una hora caminando por el cable, fue arrestado, examinado psicológicamente, encarcelado y luego liberado.

Petit llevaba seis años y medio soñando con las torres de Manhattan. No era un improvisado: durante ocho meses en Nueva York planeó la ejecución de su golpe. Ayudado por un equipo de amigos y cómplices, Petit se enfrentó a numerosos y extraordinarios desafíos: tuvo que encontrar la manera de burlar la seguridad del World Trade Center, colar el pesado cable de acero y el equipo necesario. Luego vendrían las tareas más complejas: tender el cable entre los techos de las dos torres, anclarlo y tensarlo para soportar los vientos y el movimiento de vaivén de los edificios. El tendido del cable lo hizo de noche, en completo secreto, como si fuera un émulo del 007. A las 7:15 AM, Philippe comenzó a pasear por el cable a más de 400 metros de altura por encima de las calles de Manhattan.

El documental Man on Wire, de James Marsh, retrata la extraordinaria aventura de Petit a través del testimonio del propio francés y de alguno de los conspiradores que le ayudaron a crear un espectáculo magnífico y único que se conoció como el el crimen artístico del siglo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario