viernes, 9 de marzo de 2012

El hoy de un padre efectivo

Hoy escuché en una reunión familiar, aunque confieso que me costó trabajo hacerlo, a un padre de familia que tiene 6 hijos diciendo más o menos lo siguiente. Trato de ser lo más objetivo posible.
“Para mí la más alta satisfacción, lo mejor que le puede suceder a un padre es cuando el último hijo/a ya es responsable de sí mismo. ¡Qué alegría! ¡Qué satisfacción!. Ya, por fin después de tantos años yo ya no soy responsable de lo que hacen o tienen.

Se acabaron las preocupaciones sobre: “ ¿no ha llegado?” “¿avisó cuando llegaría?” “¿porqué no ha llegado?”

Se acabó de eso “Papá me das para el cine? “ “Papá puedes darme para ir a comer con mis amigos?”

Todo esto y mucho más para mí ya terminó. ¡Ahora vivo feliz!”
Lo hacía con tal convencimiento que daba la impresión que eso era la verdad, que eso debería de ser la verdad para todo padre de familia. Acentuaba cada afirmación, la pregonaba, la gritaba. ¡Ciertamente estaba convencido del lo que decía! Sospecho que quería convencer a su auditorio.

No dije nada. Guardé silencio. No valía la pena expresar mi desacuerdo. Es una persona que no admite desacuerdos. El siempre tiene la razón. Los demás están equivocados.

Sentí mucha tristeza al escucharlo. Me pregunté en mi interior: ¿Esos años te pesaron tanto al sentirte responsable de tus hijos que ahora te alegras de ya no sentirlo? ¿Esos años de “responsabilidad” fueron tan onerosos que impidieron los gozaras? ¿Tu vida de padre en esos años se centró en eso simplemente: en llevar a cuestas esa responsabilidad? ¿Nunca saboreaste y disfrutaste esa dulce carga?

Sentí que esa persona expresaba una liberación de esclavitud por sus hijos que al fin y al cabo él quiso traer al mundo. ¿Se arrepentía de haberlos traído?

Naturalmente no estoy de acuerdo con lo que expresó.

Lo hermoso de la vida de un padre, de un esposo, no se trata en esperar a que los hijos se vayan y entonces tener nada o poco que ver con su vida, con sus decisiones, con lo que tienen o dejan de tener.

Lo hermoso de la vida de un padre, de un esposo, no se trata en pensar liberarse de sus responsabilidades como padre cuando éstos ya hayan tomado por decisión propia su camino.

Muy al contrario.

Lo hermoso de ser padre, de ser esposo, es vivir ese hoy profundamente cueste lo que cueste. Sí, lo que cueste y lo que costando interrogue, cuestione, inquiete sobre lo que está uno haciendo: “¿será lo mejor?

Abrir momentos en la vida para interrogarse continuamente si se está haciendo lo que se debe hacer. No es fácil. Desgasta muchas energías, pero vale la pena pues ¿para qué los padres queremos tener energías, si no es para desgastarlas en esos seres tan queridos?

Prefiero mil veces vivir este hoy con todo lo que conlleva que estar esperando el día en que mis hijos me dejen “en paz”

Ojala nunca llegue así ese día, pues si llegara, sería una prueba contundente de que no supe ni quise ser padre.

La vida es hermosa, sólo que hay que saberla vivir. Esto significa un contínuo aprendizaje que a veces nos cuesta mucho trabajo realizar; pero esto es la vida, la vida hermosa que naturalmente tiene un precio.

Bendita la hora en que mis hijos nacieron.
Benditos los días, los momentos que he compartido con ellos.
Benditos los años que mi esposa y yo hemos tratado de convivir y mejorar nuestra convivencia.

Ha habido muchos éxitos de los cuales nos sentimos orgullosos. Ha habido también errores, fracasos de los cuales hemos aprendido; quizá todavía nos falta voluntad y experiencia de aprender más de ellos.

El gran reto de ser padre, de ser simplemente padre: es saber vivir EL HOY. Ese hoy que nunca termina. Ese hoy que perdura aún después de que los hijos hayan tomado su camino por decisión propia.

Los ayeres son parte de mi pasado con sus éxitos y fracasos.
El futuro depende de este hoy, a veces muy a pesar de ese pasado.
El hoy, fruto de esos ayeres, es la garantía más segura de ese futuro que acaricio, que es mi ideal.

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