jueves, 20 de octubre de 2011

¿Cómo mides tu vida: con excusas o con resultados?

Hace varios años, se me había asignado el trabajo de buscar edificios que permitieran ubicar varias oficinas judiciales en determinadas partes del país. Para uno de los lugares en particular, algunos compañeros de trabajo ya me habían comentado del grave inconveniente de ubicar este tipo de alquileres, los cuales prácticamente eran inexistentes. Fue por eso que puse todo mi empeño en localizar un inmueble apto para las necesidades de la institución: realicé varias visitas a la zona, pregunté a los vecinos, publiqué varios avisos en periódicos nacionales solicitando un posible alquiler, contacté con agentes de bienes raíces, en fin, que en unos pocos días ya tenía constituido un grueso expediente repleto de procedimientos infructuosos, alejándome cada vez más de mi objetivo principal: conseguir un local.

Cerca de quince días más tarde mi jefe me llamó a una reunión y me preguntó por el famoso edificio que necesitábamos arrendar en esa zona. Como decimos en mi país, "sacando pecho" llegué a la cita (al mejor estilo de un corpulento gladiador), presentando orgulloso aquel gordo expediente, llenó de todo tipo de papeles que demostraban el esfuerzo "sobrehumano" que había realizado. Él me escuchó pacientemente y al final de mi gran disertación, expresó una frase que aún el día de hoy repercute en mi mente y me ha servido para seguir superándome: "- Eladio, todo eso está muy bien, pero recuerda que a nosotros no nos miden por excusas, sino por resultados".

¿Palabras contundentes? Sin lugar a dudas. Sin embargo, no nos quedemos sólo en esta anécdota y vayamos más allá, ya que el esquema utilizado en ella funciona a la medida en cada etapa de nuestras vidas, si es que pretendemos alcanzar el éxito en todo lo que hacemos.

Veamos algunos otros ejemplos:
Un estudiante se prepara a la carrera para un importante examen. Para colmo de males, unos de sus amigos llega a visitarlo y sin pensarlo mucho, decide irse varios días a pasear a la playa, olvidando todo lo relacionado con el estudio. Un tiempo después, cuando recibe la calificación, cuyo resultado no es nada halagüeño, empieza a comentar con sus compañeros que la prueba estuvo muy fuerte, que sus "múltiples obligaciones" le impidieron prepararse mejor, que el profesor del curso la tiene contra él, y rápidamente saca a flote una veintena de pretextos.

"...A nosotros no nos miden por excusas, sino por resultados".
Un empleado desea fervientemente subir un peldaño más en su trabajo. Sin embargo, siempre llega tarde a la oficina, pierde demasiado tiempo conversando con sus compañeros, hace únicamente lo que se le asigna y es poco colaborador con el resto del equipo de trabajo, entre otra serie de "atributos personales". Cuando por fin se presenta una posibilidad de ascenso, su jefe no lo toma en cuenta y selecciona a otra persona. Y aquí es donde empiezan a relucir todo tipo de justificaciones y críticas, tales como la existencia de favoritismo en la empresa, la escogencia de otra candidata simplemente por el hecho de ser una mujer atractiva o la pobre evaluación de los subalternos que llevan a cabo los jefes.

"...A nosotros no nos miden por excusas, sino por resultados".
Seamos conscientes de algo: si realmente queremos crecer en la vida, debemos dejar de lado las excusas. Dicho en forma tajante: ¡Las excusas no son válidas! Al final no va a importar la montaña de pretextos que pongamos por haber perdido el examen, o cuántos improperios le lancemos al jefe o a la empresa. Lo que importará serán las buenas notas que nos permitirán seguir avanzando satisfactoriamente en los estudios, o lograr la ubicación en un puesto mayor.

En síntesis, lo fundamental siempre serán los resultados. Ahora bien, tomemos en cuenta que si queremos alcanzar resultados favorables en nuestra vida, tenemos necesariamente que pagar el precio. ¡Y no crean que va a ser un precio muy bajo! Todo lo contrario, la factura será muy alta, impregnada de sacrificio y sudor constante. Ya lo decía Emerson: "Nada se obtiene sin esfuerzo y todo puede lograrse con el debido esfuerzo". Por eso es que muchos desisten cuando apenas están empezando a transpirar.

Por más cruel que suene, recuerda siempre que los verdaderos logros no son alcanzados por aquellos que aplican la "Ley del Mínimo Esfuerzo". Son conquistados por aquellas personas que le dieron un rendimiento "extra" a todo lo que lograron concretar. Tú, y solamente tú, serás el único responsable de lo que obtengas de la vida. A nadie más se le puede echar la culpa, a pesar de la excesiva cantidad de pretextos que logres conseguir al respecto.

Así que te invito a reflexionar sobre este importante tema, aplicable a cualquier aspecto individual por el que se esté pasando, llámese trabajo, estudios, relación de pareja, relación padres e hijos, problemas de drogadicción, ayuda al prójimo, etc. Y cuando en el ocaso de tu existencia, te presentes ante Dios para rendir cuentas, piensa bien en que será lo que le brindarás: ¿excusas o resultados? 

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