jueves, 21 de marzo de 2013

Nadie es el líder


Por lo general, cuando existe una crisis -o un problema- en una organización, confiamos en que el líder la resuelva. Mientras, los demás...esperamos! Esperamos que el gerente de la compañía decida; que el presidente de la república se pronuncie; que el director técnico proponga una estrategia ganadora; etc... Al quedarnos sin hacer nada -pretendiendo que alguien más aporte la solución- nos comportamos como si el problema no fuera nuestro.
Esta actitud pasiva de las personas -que vemos en organizaciones, naciones y en todo grupo humano- surge debido a que la mayoría ve a quien ocupa una posición de autoridad y tiene el poder formal, como la única persona capaz de "liderar". Tal visión representa un paradigma personalista del liderazgo
Esta manera de ver el liderazgo es sostenible en sistemas organizacionales basados en jerarquías rígidas, obediencia y un control verticalista. Es decir, en aquellos en los cuales quien está "arriba" ordena y quienes están "abajo" ejecutan. Pero los sistemas están cambiando...
Cada vez más organizaciones adoptan modelos de gestión abiertos y participativos, que brindan más espacios de decisión y acción a las personas. A cambio de esta libertad, las organizaciones esperan que sus miembros -de todos los niveles- asuman mayor compromiso y responsabilidad sobre su propio bienestar y contribuyan con el bienestar general de todos. En estos sistemas, no se puede continuar buscando un líder heroico -o mesiánico- que solucione los problemas y conduzca a la organización hacia el éxito. En estos sistemas, ya no se puede esperar! Es preciso actuar, para lo cual -primero- hay que modificar la manera de entender el liderazgo.
El liderazgo no surge de un elemento independiente (una persona), sino de la interacción entre diferentes elementos (diferentes personas). Liderar no es algo que los "líderes" hacen a los "seguidores", sino que es una relación que construyen entre ambos. Desde esta perspectiva, podemos ver que muchas organizaciones no tienen un problema de conducción como creen, sino uno de participación: las personas no asumen -porque no quieren, o porque no pueden- un rol más activo y comprometido. En estos casos, no se necesita un nuevo -o un mejor- "líder", sino una"comunidad de líderes".
Desde luego, pensar el liderazgo como una comunidad implica reconocer que la responsabilidad es compartida. Esto crea ansiedad e incomodidad en muchas personas. Creer que quien ocupa la cima, está en control de la situación y es el responsable último por lo que suceda, genera una sensación tranquilizadora y gratificante. La mayoría siente alivio al no tener que resolver cuestiones complicadas, o tomar decisiones difíciles. Pero, si bien esto quita a las personas una gran carga, a la vez aumenta su dependencia. Justamente, esta dependencia se manifiesta en la búsqueda de un líder visionario y salvador. Dicha búsqueda es un mecanismo de defensa, ante un vacío de liderazgo que -en realidad- essistémico y que no puede llenarse si se mantiene un paradigma personalista.
Sostener el paradigma personalista del liderazgo es tanto responsabilidad de los "seguidores" como de los "líderes": así como los primeros se ubican en una posición de comodidad, los segundos tienden a remarcar sus espacios de poder y a ejercer su autoridad de forma tal, que limitan a las personas al rol de pasivos y obedientes seguidores. Modificar este paradigma requerirá de un cambio de mentalidad tanto en los "líderes", como en los "seguidores".
El liderazgo es una capacidad organizacional y una creación colectiva, más que un atributo individual. Esta nueva manera de ver el liderazgo no exime de responsabilidades a los líderes formales, sino que les enfrenta a una responsabilidad diferente: su trabajo ya no es dirigir seguidores, sino construir líderes. Es decir, desarrollar en las personas la propia capacidad de liderazgo, para que puedan asumir un rol cada vez más activo, a partir de un incremento de sus competencias y una extensión de sus espacios de influencia.
En un poema, Jorge Luis Borges decía: "Nadie es la Patria... pero todos lo somos". Así como una nación es el resultado de aquello que hacen todas las personas que en ella habitan, una organización es producto de la acción -y la decisión- de todos sus miembros. Nadie es el líder... todos lo somos!
Leamos estos versos de Borges, pensando en nuestras organizaciones:
"La patria, amigos, es un acto perpetuo
Como el perpetuo mundo.
Nadie es la patria, pero todos debemos
Ser dignos del antiguo juramento
Que prestaron aquellos caballeros ...
Somos el porvenir de aquellos muertos ...
Nuestro deber es la gloriosa carga
Que a nuestra sombra legan esas sombras
Que debemos salvar.
Nadie es la patria, pero todos lo somos
."

- Oda escrita en 1966 -

 Imágenes integradas 1

Elijo estar atento a mi mente, me doy cada día más cuenta, del poder y del impacto que tiene sobre mis vivencias.

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