jueves, 16 de agosto de 2012

Descontento versus sincronicidad


El universo es más milagroso de lo que suponemos. Todo está planeado tan exquisitamente que en cualquier momento dado todos recibimos de actores en nuestra vida las enseñanzas que necesitamos, divisen a su alrededor, de la personas que menos se imaginan estarán aprendiendo una lección: atisben con buenos ojos a su compañero de trabajo, al vecino, a la cajera de la panadería, a la muchacha de servicio o al vigilante. Los maestros espirituales budistas enseñaban a sus discípulos que Todo es reductible a Uno; que el progreso tuyo es el progreso mío, que tu aflicción es mi aflicción, que tu angustia es mi angustia, mi bienestar es el tuyo. Esto quiero que lo comprendan de la siguiente manera: El efecto practico de vivir en sociedad es que todo tiene que ver con todo y nada se desarrolla en el vacío. También decían que todo estaba relacionado a determinado nivel espiritual. El concepto no es fácil de entender, pero se explica cuando nosotros cambiamos, todo cambia a nuestro alrededor.

El descontento puede ser la intuición inspiradora de una necesidad que debe ser cubierta, y es el impulso indeclinable de llegar a cubrir esa necesidad, aun partiendo de condiciones desventajosas. Un personaje es el señor Charles Goodyear quien carecía de formación científica, y no tenía más que instrumentos rudimentarios, como un fogón de cocina para hacer sus experimentos. Pero se sentía descontento con su situación y tenía fe ciega en su búsqueda del proceso de vulcanización del caucho. Persistió a pesar de sus necesidades económicas y los contratiempos personales hasta que descubrió el proceso. 

Y esto no sólo es válido para el pasado. Reflexionen por unos segundos las siguiente valoración de Dwight Eisenhower: " El 90 por ciento de todas las cosas que se lograrán en el futuro, las realizarán personas que no se sienten demasiado bien consigo mismas". El cambio mental consiste en pasar de ver un mundo hecho de cosas a ver un mundo de posibilidades, abierto y fundamentalmente hecho de relaciones. Cuando ocurre este cambio fundamental, nuestro sentido de la identidad también cambia y empezamos a aceptarnos mutuamente como seres humanos legítimos. Después, cuando aceptamos este cambio fundamental, empezamos a vernos como parte del despliegue; también vemos que es prácticamente imposible que nuestras vidas carezcan de significado. 

Aplicando en ese estado mental y de ser distintos, llegamos a una sensación muy diferente de lo que implica estar comprometido. Cuando empieza a aplicarse este nuevo tipo de compromiso, hay un flujo a nuestro alrededor. Las cosas parecen ocurrir sin más. Cuando estamos en un estado de compromiso y obediencia, empezamos a experimentar lo que a veces se ha llamado «sincronicidad».

La sincronicidad es un principio de conexión no causal, una coincidencia significativa de dos o más sucesos en la que esta implicado algo más que la posibilidad aleatoria. Es la ocurrencia simultánea de unos eventos que corresponden a un mismo sentido, sin que haya entre ellos relación de causa y efecto. Los acontecimientos sincronizados son una señal de que nos hallamos recorriendo el sendero adecuado, y también nos dicen cuándo no es así; al nivel más profundo, nos demuestran que no somos meros observadores, sino participantes de una red universal interconectada. Si aprovechamos las oportunidades milagrosas en nuestro destino diario y fluimos en el mismo sentido de nuestro propósito de vida (Dharma) les aseguro que grandes transformaciones les sucederán.

Descubramos nuestra divinidad, encontremos nuestro talento único y sirvamos a la humanidad con él; de esa manera podremos generar toda la riqueza que deseamos. Cuando nuestras expresiones creativas concuerden con las necesidades del prójimo, la riqueza pasará espontáneamente de lo inmanifiesto a lo manifiesto, del reino del espíritu al mundo de la forma.

 Comenzaremos a experimentar la vida como una expresión milagrosa de la divinidad, no ocasionalmente, sino a toda hora. Y conoceremos la alegría verdadera y el significado real del éxito, el éxtasis y el júbilo de nuestro propio espíritu. Es importante que cuando se encuentren descontentos porque no logran lo que esperan, continúen adelante y emulen a Charles Goodyear, a Rockefeller, a Hilton y muchos otros optimistas contemporáneos que conquistaron sus metas por la capacidad de perseverancia, la motivación y el entusiasmo de hacer patente su propósito de vida utilizando sus talentos únicos.

El autor Carlos Castaneda expresa lo siguiente que quiero que lo reflexionen aplicándolo en su Presente: “Gastamos la mayor parte de nuestra energía sosteniendo nuestra importancia. Si pudiéramos perder parte de esa importancia, nos sucederían dos cosas extraordinarias. Una, liberaríamos la energía que se mantiene atada alimentando la idea ilusoria de nuestra grandeza; Y dos, nos proveeríamos de suficiente energía para vislumbrar la grandeza real del Universo”.
Se cree que tener talento es cuestión de suerte; no se piensa que la suerte pueda ser cuestión de talento. 

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