sábado, 4 de agosto de 2012

¡En tu corazón está el cambio!


Solemos quedarnos con muchas miserias en nuestras vidas por nuestro miedo crónico a cambiar…
Pero somos mujeres, somos capaces, y si lo deseamos, podemos construir un nuevo mundo lleno de felicidad desde nuestro propio corazón.
El cambio está en nuestro interior. Si quiero, puedo.”
Las mujeres somos como ciudades: tenemos nuestras direcciones, nuestras edificaciones, nuestras calles, nuestros laberintos, nuestros baches, nuestros pedacitos de universo y un sin número de cosas que no alcanzaría ni tan siquiera a mencionar. Pero como en toda ciudad, en ocasiones la vida no marcha muy bien y los espacios oscuros, llenos de bruma, terminan por robarnos la tranquilidad y el entusiasmo.
Hasta ahora no hay nada de sorprendente, sabemos que para que exista un equilibrio debe haber peso en ambos lados de la balanza. Lo sorprendente es que decidamos quedarnos con nuestras miserias y esconderlas bajo la cama con la ingenua pretensión de que nadie les conozca. ¿Acaso estamos locas? ¿Qué importa si los demás se enteran o no?
Tenemos una batalla debajo de la piel que nos divide irremediablemente y por intentar huir de lo que no queremos ser, terminamos convirtiéndonos en ello más pronto de lo que pensábamos. ¿Y todo por qué? Bueno, porque no nos hemos decidido a ser felices y cambiar.
Si estás triste, si estás aburrida, si estás sola, si estás llena de miedos, si vives aplastada por el dolor, si te atas al pasado, si no has logrado tus sueños, si no te arriesgas, si estás cansada, si estás indecisa, si no te consideras importante, si no eres capaz de valorarte, si eres envidiosa, si eres orgullosa, si eres vana… ¡Estás así por decisión propia!
¡Es tu decisión! ¡El cambio es una decisión! ¿Acaso crees que esa persona que vive tan feliz fue porque nació así y no tiene problemas? ¿Crees acaso que no le ha tocado “vivir” dificultades? Por supuesto que sí. Incluso esas dificultades pueden ser mayores que las que ahora tienes. Pero esas personas son diferentes, decidieron cambiar, decidieron llenar sus vidas de amor con esperanza y no con desolación.
Yo sé que es muy fácil decir que hay que cambiar… Y sé que es más fácil tirar la toalla y devolvernos a recoger nuestros vicios que seguir con la convicción de cambiar; así, también sé que nos enviciamos con todo aquello que no nos conviene: ¡nunca he visto a la primera persona que se declare adicta a la solidaridad! En cambio si he visto drogadictos, criticones-adictos, envidiosos-adictos, depresivos-adictos, entre otros. Si no nos decidimos a liberarnos de nuestras malsanas adicciones, nunca sabremos cual es el verdadero sabor de la felicidad, porque nos habremos quedado con la opción de las cobardes: la de agacharse en los rincones llenos de espinas por miedo de saltar al otro lado del abismo, ¿acaso tú te consideras tan cobarde?
Mi madre suele decir que si le temes a subirte en un avión y nunca lo haces, lo más seguro es que el avión se estrellará en tu casa. Asimismo, tenemos dos opciones, dominar nuestros miedos y cambiar, o ser dominadas por ellos y sucumbir ante la más pequeña prueba del camino. El cambio no es un fin, es una actitud.
Es como  decir que si me autoflagelo, al momento de tener malos pensamientos diré “soy una mujer valiosa y no tengo por qué gastar mi energía en desdeñas”.
Es tu actitud lo que cuenta, eres tú quien construye su vida ¿te gusta sufrir? ¿Te gusta llorar? ¿Te gusta ser insegura? ¿No? ¿En serio? ¿Y entonces por qué dispones todo para estar triste en lugar de estar feliz y agradecida con la vida?
En tu corazón está el cambio, no permitas que tu alma nunca conozca la libertad de correr por tu ciudad interna de lado a lado abrazando tus sentimientos y extendiendo los brazos hacia el amor y la felicidad infinita. Si te sientes feliz, ésa es tu decisión.

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