jueves, 17 de febrero de 2011

Como no naciste...

Cómo saber quién es realmente una persona? ¿Quién soy yo realmente? La dificultad está en que las personas se acostumbran a identificarse con su ego, con ese ser que cumple diversos roles: padre, madre, hijo, ingeniero, abogado, obrero, católico, musulmán, etc. El ego se reviste de pensamientos, a veces positivos a veces negativos. El ego se llena de emociones. Pero tú no eres ni tus pensamientos, ni tus emociones, ni tus roles. Eres un ser esencial, un ser espiritual, un ser humano revestido de una personalidad que puede adoptar muchos matices. 

Por eso tú puedes cambiar mucho y muy favorablemente. Como no naciste con pensamientos perturbadores, derrotistas ni negativos; como no naciste con depresiones ni inseguridades; como no naciste con celos, rencores o intolerancias; como  no naciste con... , entonces puedes cambiar todo esto por ideales, sentimientos y emociones más favorables.
Cambia de roles, de pensamientos y emociones, y no te morirás. Porque tú no eres tú ego. Eso es otra cosa dentro de ti. Tú eres un ser, un ser especial y único en el universo. Y hay al menos una persona en el mundo que te ama sin condiciones. Al menos quien te escribe esto, te ama.
Si te cuesta descubrir tu ego, te puedes inspirar en esta historia de Anthony de Mello:

Érase una vez un científico que descubrió el arte de reproducirse a sí mismo tan perfectamente que resultaba imposible distinguir el original de la reproducción.

Un día se enteró de que andaba buscándole el Ángel de la Muerte y, entonces, hizo doce copias de sí mismo.

El Ángel no sabía cómo averiguar cuál de los trece ejemplares que tenía ante sí era el científico, de modo que los dejó a todos en paz y regresó al cielo.

Pero no por mucho tiempo porque, como era un experto en la naturaleza humana, se le ocurrió una ingeniosa estratagema.

Regresó de nuevo y dijo: «Debe de ser usted un genio, señor, para haber logrado tan perfectas reproducciones de sí mismo, sin embargo, he descubierto que su obra tiene un defecto, un único y minúsculo defecto».

El científico pegó un salto y gritó: «¡Imposible! ¿Dónde está el defecto?».

«Justamente aquí», respondió el Ángel mientras tomaba al científico de entre sus reproducciones y se lo llevaba consigo. «Todo lo que hace falta para descubrir al 'ego' es una palabra de adulación o de crítica».

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