viernes, 18 de febrero de 2011

Motivación, hermana de la productividad

Más allá de la frialdad de las metas de ventas y proyeccionesfinancieras, está el elemento humano y lo que le inspira a dar lo mejorde sí en su desempeño diario
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Para dar un enfoque antropológico o humanístico al problema de la productividad, pregúntate (a sí mismo, a los otros) cuáles la finalidad que persigues al trabajar. En efecto, si pretendo que las personas trabajen más y mejor, primero debo saber por qué trabajan, para descubrir si la finalidad o motivación por la que lo hacen es lo suficientemente valiosa paramejorar la calidad y cantidad del trabajo, meta última de la productividad. Podemos afirmar que el ser humano puede estar animado por variostipos de motivación. La clasificación que aquí expongo está inspirada en las enseñanzas de Juan Antonio Pérez López, quien por varios años fuera profesor huésped del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE).
Motivación extrínseca: lo que el trabajador puede obtenerde los demás con su trabajo.
Motivaciónintrínseca: lo que se obtiene en sí del trabajo mismo.
Motivación transitiva: lo que se puede aportar a losdemás con su trabajo.
Motivación trascendente: la actitud del líder para desarrollar las potencialidades de clientes y subordinados. El orden en que se han colocado estos tipos de motivación expresa su relevancia antropológica de menor a mayor.
Aspiraciones materiales, no bastan
La gente trabaja para subsistir. Pero, con facilidad, se pasa de la búsqueda de la subsistencia al rastreo de la superabundancia. Así, el salario que recibe nunca le parece suficiente. En nuestro tiempo, muchas veces el concepto de bienestar no es otra cosa sino la superabundancia de lo material. De este modo, la motivación del trabajo, y lo que resulta de él, encuentran su impulso en la super abundancia. Por eso, muchas veces la finalidad de quienes trabajan se reduce a este amontonamiento de lo superfluo, pues lo que los mueve y aquello por lo cual trabajan es la simple y ciega tendencia a "tener más". Por sorpresivo que pueda parecer, debo afirmar que lo superfluo no es la mejor razón por la que se ha de buscar la productividad; es más, ni siquiera la aumenta, y lo que es peor, la perjudica. Sostengo esta tesis porque el bienestar de lo superficial constituye una motivación extrínseca al trabajo: lo que me motiva a trabajar es algo distinto del trabajo mismo, cuyo disfrute me es posible sólo en la medida en que no esté trabajando. Se plantea entonces esta paradójica y embarazosa condición: para disfrutar el bienestar que deseo, no debo trabajar, pero para gozar de él, estoy constreñido al trabajo. A este elemento se añade un segundo inconveniente. Si el trabajo es ajeno a mí y sólo posee calidad para procurarme satisfactores independientes a él, el trabajo se convierte, entonces, en una carga que debo soportar a fin de obtener lo que en verdad deseo. En otras palabras, se convierte en un costo y, aplicando la ley según la cual todo costo debe minimizarse, me las arreglaré para trabajar lo menos posible, aunque con la pretensión de obtener lo más posible. La tercera razón se refiere a las costumbres que genera el exceso de satisfactores materiales nimios. Un medio en donde prevalece como primera motivación la búsqueda de lujos y comodidades ilimitadas, de lucro y consumo extremo, literalmente asfixia y menoscaba las cualidades imprescindibles para el trabajo. Ello trae como consecuencia una grave contradicción en el medio laboral contemporáneo: aunque deseamos que las personas trabajen bien, buscamos recompensar el esfuerzo requerido con un ambiente que suscita tendencias adversas a la productividad y a la competencia en el trabajo.
Desde el interior
Si queremos superar esta contradicción (porque ya estamos en ella), o bien si pretendemos eludirla (por no haber llegado a ese punto aún) debemos buscar motivaciones más altas, que rebasen el nivel del bienestar superfluo. Existe una motivación de carácter superior: el trabajo provee el medio más propicio para desarrollar nuestras mejores capacidades, ensanchar nuestros espacios de perfección humana y desplegar el horizonte humano que tenemos por delante. Aquéllos que reconocen abiertamente el gusto por el trabajo debido al esfuerzo que conlleva, de conquista y meta, suelen recibir el simplón reproche de masoquistas. El trabajo sigue siendo un elemento formador del hombre: vencerme a mí mismo ante la rutina y la dificultad, modificar mis gustos; sé que soportar y atender a las personas antipáticas e inoportunas, me hace más humano. El trabajo resulta intrínsecamente motivador. Sólo una cultura que destaque los valores positivos del trabajo, no positivos como medio para conseguir otra cosa, sino positivos por sí mismos, estará encondiciones de lograr una productividad cada vez más alta.
También se comparte
Aunque los valores derivados del trabajo son motivadores en la dinámica laboral, tienen un límite individual. Es necesario traspasar estos valores a otras personas. Aquí es cuando caemos en el terreno de la motivación transitiva. Las motivaciones transitivas mueven al individuo a trabajar en beneficio de los otros. El interés del trabajo de una persona se vierte en los demás. Y aquí es en donde se encuentra la clave de la circulación de las motivaciones: los otros, de acuerdo con su motivación primera y de corto alcance, buscan bienes extrínsecos, que se ven satisfechos justo gracias a mi trabajo, que es impulsado así por una motivación transitiva; yo soy el que, transitivamente, les proporciono los bienes extrínsecos que ellos buscan o necesitan. Impulsado por motivaciones transitivas que procuran el beneficio a los demás, satisfago sus necesidades extrínsecas y las propias.
Para ir más allá
La clave que surge en nosotros al contacto con las tres dimensiones de la motivación hasta ahora desarrolladas (extrínseca, intrínseca y transitiva), reside precisamente en la calificación moral del bien que proporciono a los demás cuando trabajo con motivación transitiva. Porque si los bienes o servicios que les proporciono no responden a una necesidad o conveniencia de su naturaleza humana, entonces mis motivaciones serán transitivas pero notrascendentes; serán a lo sumo intrascendentes, si no es que perjudiciales. La motivación trascendente se orientará a satisfacer las necesidades de otros, incluso las no demandadas. Trascender adquiere,aquí, un sentido nuevo: por beneficiar a otro, me aventuro a pasar por encima de mí mismo. Como dice Nuria Chinchilla, catedrática de la Escuela de Negocios IESE: "El líder trascendente es aquel que tiene como propósito la mejora de aquellos a quienes dirige y sirve; busca, preferentemente, que las personas desarrollen todo su potencial y que se identifiquen con la misión de la organización".
 
Maestro decano del IPADE. Autor de diversos libros acerca de éticaempresarial, por lo cual se le considera un filósofo especialista en el sector; entre esos títulos destaca El Empresario ante la Motivación y la Responsabilidad.

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