martes, 15 de febrero de 2011

Marionetas de la indecisión

A mi mente llega el recuerdo de una vieja historia, cuyo origen no puedo precisar, y que dice más o menos así: en cierta ocasión, un señor realizó un largo viaje en compañía de su hijo. Como solo disponían de un caballo, iniciaron el viaje turnándose la montura del animal. Para llegar a su destino, debían atravesar por cuatro pueblos diferentes.

Cuando llegaron al primer pueblo, el padre venía montado en el caballo y el hijo caminaba un poco atrás. Al verlos, la gente de aquel lugar comentaba: -"¡Qué ingrato es ese hombre! ¡Como él viene sentado, no le importa que ese pobre muchacho se maltrate en el duro camino!"

Un poco incómodos por los comentarios, abandonaron aquel sitio. Al acercarse a un segundo pueblo y recordando lo sucedido, el padre ordenó a su hijo que se montara de inmediato en el caballo y él continuó caminando a su lado. La gente del lugar les miró diciendo: -"¡Esto es una barbaridad! ¡Un muchacho en la flor de la vida y permite que su viejo padre camine bajo este terrible sol! ¡Qué desconsiderado!"

No tardaron en salir de aquella ciudad. Más adelante divisaron el tercer pueblo. Antes de entrar, el padre le dijo a su hijo que le hiciera un campo en la montura. Así, ambos entraron cabalgando lentamente. Al contemplarlos, la gente expresaba: -"¡Pobre animal! ¡Tener que soportar el peso de esos dos hombres! ¡Hasta flaco y palidejo se ve de lo mal alimentado que lo tienen!"

Continuaron avanzando hasta vislumbrar la cuarta ciudad. Esta vez el padre le indicó a su hijo que era mejor entrar caminando y dejar que el caballo descansara. Sin embargo, la gente al verlos decían entre sí: -"¡Qué hombres más tontos! ¡Teniendo un buen caballo, caminan a la par sin aprovecharlo!"

Muchas personas son como el padre y el hijo de esta historia: se dejan fácilmente influenciar por los demás y necesitan contar con su aprobación para llevar a cabo todo lo que hacen. Son fácilmente manipulables. Viven su vida pendientes de lo que digan los demás. Dejan atrás sus proyectos, porque no reciben la venia de aquellos que le rodean. Sienten una increíble necesidad de tratar de quedar bien con los demás, empresa que es sumamente difícil de alcanzar.

Tenga en cuenta un hecho trascendental para su superación: nunca piense con la cabeza de los demás. Decida por sí mismo. Libérese del tonto temor de la crítica. Si usted es de las personas que considera de vital importancia la opinión de los otros, recapacite y piense cuánto más debe considerar su propia opinión, pues es usted la persona que "supuestamente" más se conoce a sí misma. Y digo "supuestamente", porque uno nunca termina de conocerse a si mismo. Pero, si debemos poner sobre una balanza nuestra opinión y la de los demás, definitivamente permita que el peso se incline a favor de la primera de ellas.

No se prive de realizar sus "locos sueños" por temor al "que dirán". Su vida le pertenece completamente. Nadie va a vivirla por usted. No necesariamente tiene que hacer todo lo que le digan. Si la gente que le rodea realmente lo aprecia, lo aceptarán tal cual es: con todos sus defectos y todas sus virtudes. No se convierta en una marioneta de los demás. Los consejos de las personas son importantes, pero usted será el único que podrá discernir entre si debe tomarlos o los deja pasar de lado. Si desea hacer algo, realícelo. Permítase el privilegio de decidir por su propia cuenta. Y permítase además el privilegio de fracasar, si es que ello ocurre. Recuerde que sobre las bases del fracaso se sostiene el edificio del éxito. Así que si cae y el objetivo a alcanzar vale la pena, simplemente levántese e inténtelo de nuevo, cuantas veces sea necesario.

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