viernes, 4 de noviembre de 2011

LA GRATITUD NOS PUEDE ALEGRAR EL DIA!

Karen M. Haughey es una galardonada pintora, poetisa y diseñadora artística cuya obra se ha expuesto por todo el mundo. Es también la autora del libro de arte de gran for­mato Angels: Guardians ofthe Líght [Ángeles: Los guar­dianes de la Luz]. Cuando se le pregunta qué la inspira a pintar principalmente ángeles y sirenas, contesta: «Miro dentro de mí en actitud visionaria con la ayuda de la meditación y de sonidos tranquilizadores, como la músi­ca». Esto estimula e ilumina el intelecto creativo, evitan­do así la lógica preconcebida. Karen tiene su hogar en el norte de California.
Deseo comenzar por expresar mi gratitud a mi querida amiga Louise L. Hay por convertir en realidad muchos de mis sueños. Su cariño, su apoyo y su bondad serán siem­pre motivo de mi eterno agradecimiento.
También me llena de gratitud el don que Dios me ha dado de pintar los ángeles como lo hago, porque este don que tengo no es para mí, sino para los demás, para influir de un modo positivo en su vida.
La vida no está hecha para que uno se aísle en sí mismo, sino para compartirla en el contexto del amor y la paz. La gratitud también proviene del hecho de hacer algo por los demás, o de lo que algunos llamarían «actuar con bondad al azar», sin otro motivo que simplemente desear hacer una buena acción por alguien, ya sea ese alguien un desconocido o una persona a la que se conoce de toda la vida. Me produce una absoluta satisfacción hacer este tipo de cosas. Y no es que lo busque, pero siempre recibo algo de vuelta, y sé que Dios vela por mí en todo momento.
Recuerdo algunos sencillos incidentes. Uno ocurrió cuando iba cruzando el puente de San Mateo, cerca de mi casa en la zona de la bahía de San Francisco. Siempre pago el peaje del coche que viene detrás. En esta ocasión, el coche que se detuvo detrás del mío era uno muy caro, con los cristales tintados y esas cosas. Le pasé el dólar extra a la chica que atendía la cabina diciéndole que se cobrara tam­bién el peaje del coche de atrás. Ella me miró algo extraña­da; evidentemente estaba comparando la calidad de nues­tros respectivos coches. Pero hizo lo que le pedí.
Rara vez veo una reacción en las personas cuando hago esto, aparte de una sonrisa o un gesto con la mano, o a veces una mirada extrañada, pero en esta ocasión fue algo diferente. El susodicho coche se puso al lado del mío, bajaron las ventanillas y dos niñas, su mamá y su papá comen­zaron a hacer gestos y tocar la bocina con un entusiasmo que yo no había visto jamás, con toda esa gratitud y ese agradecimiento de que hemos estado hablando. Por su reacción uno habría pensado que yo había hecho muchísi­mo más que pagarles el peaje, algo tan simple. Pero ver la sorpresa y la felicidad en las caras de las niñas y esa pizca de incredulidad en las de los padres fue suficiente para ale­grarme el día.
En otra ocasión, iba conduciendo por un barrio resi­dencial y observé que alguien había dejado el coche apar­cado delante de la casa con las luces encendidas. Tuve que desviarme de mi camino, pero di la vuelta, aparqué el coche y subí a pie hasta la casa; llamé a la puerta y les dije a los dueños que habían dejado encendidas las luces de su coche. Me dieron las gracias efusivamente una y otra vez, como si hubiera realizado algo milagroso, cosa que, en mi opinión, obviamente no había hecho.
Lo que quiero decir es que lo que importa no es lo que des de forma tangible, sino lo que des con el alma y el cora­zón a otro ser humano, sin esperar nada a cambio.
La gratitud que recibas provendrá del hecho de darlo.
La vida es un regalo, y lo que hagas con la tuya depen­de totalmente de ti. Agradece este regalo y úsalo para sa­nar este hermoso planeta en que vivimos, nuestra Madre Tierra.

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