viernes, 11 de noviembre de 2011

Surfeando la emoción

“Son muy rápidas, aún más rápidas que el pensamiento. Son invisibles – no podemos verlas y a menudo ni siquiera nos damos cuenta que existen. Otras veces, son tan turbulentas como una tormenta eléctrica estallando en nuestro interior, visibles en nuestros rostros y en la forma en que nos movemos. Sin ellas, no podemos apreciar el alimento, divertirnos con los amigos o excitarnos con la música. Con ellas podemos sentirnos miserables y confusos, o alegres y felices. ¿Qué son? Nuestras emociones”. Frase extractada de un interesante artículo - “The Inside Story” - publicado por el HeartMath Institute, y que da cuenta de que una bocanada de aire fresco ha entrado en el recoleto ámbito de la investigación científica ortodoxa que, todavía apegada al racionalismo y a la objetividad, no ha podido escapar al cambio de paradigma según el cual “uno más uno puede ser más que dos”.
Emociones…una clase particular de energía capaz de ponernos (o no) en movimiento. Tan importantes en nuestra vida, que actualmente hay una legión de personas estudiándolas, desde sus orígenes hasta sus efectos, con tanta consciencia de que ellas influencian nuestros procesos de pensamiento, conducta y salud, que han dejado de ser un mero motivo de investigación, para pasar a ser consideradas materia de información pública y de programas educativos. Tal vez no esté lejos el día en que en la consulta médica, además de preguntarnos “qué le duele”, nos pregunten “cómo se siente” y “qué le ha estado pasando”. O que además de preguntarnos “qué comió usted ayer” o “qué esfuerzo hizo”, nos pregunten “qué emoción estaba usted experimentando cuando apareció el síntoma”. O que además de leer el ritmo del corazón en un electrocardiograma, en términos de sístoles y diástoles, puedan leer el ritmo de nuestro corazón en términos de emociones…un registro del que ya hay evidencia para el ojo que sabe ver, y que siempre estuvo ahí, sin que nadie pudiera darle sentido hasta ahora. Porque, como hemos dicho tantas veces desde este rincón del coaching…¡vemos con los ojos del intelecto!
En efecto, hasta que no cobró vigencia la visión de que nuestro accionar siempre es el resultado de una coherencia entre el lenguaje, la emoción y el cuerpo, difícilmente podríamos haber asociado y tratado de documentar, desde la ciencia formal, que las emociones, que definen el espacio de posibilidades de nuestras acciones (facilitándolas u obstaculizándolas), dejan un registro en el cuerpo, modificándolo de tal modo que ellas pudieran definir su estado de funcionamiento, en términos de salud o enfermedad.
Por cierto estamos aún lejos de esa clase de medicina en nuestros consultorios tradicionales, aunque tal vez sea sólo cuestión de tiempo. Pero sin ir tan lejos con la imaginación, podemos experimentar algo de esta propuesta, con un ejercicio muy sencillo: párese usted sobre sus dos pies bien equilibrado, luego deje caer los brazos y la cabeza con el cuerpo relajado, quédese un momento en esa posición… y trate de reírse. Del mismo modo, ahora enderece su cuerpo, levante y estire bien altos sus brazos, quédese un momento en esa posición… y trate de llorar… ¿Pudo hacerlo? ¡Apuesto que no! De hecho sus músculos no pudieron alinearse con su emoción para poder expresarla, porque usted los obligó a quedarse en determinada posición, que no era coherente con la emoción a ser expresada. Y como este es un ejercicio voluntario, más allá de la incomodidad de la situación, al volver a la naturalidad de su posición, usted recuperó su coherencia. Pero ahora piense… ¿qué ocurre cuando por condicionamientos externos o internos, no podemos alinear nuestro cuerpo con nuestras emociones para poder expresarlas con nuestro lenguaje, en perfecta coherencia? ¿A dónde va a parar esa “energía de movimiento” cuando no podemos ponerla en acción mediante nuestro cuerpo?
Yo no tengo la respuesta a esta pregunta, pero hay gente investigando y ya hay registros acerca de, por ejemplo, cómo se altera el ritmo cardíaco según las emociones que estamos experimentando, al punto que el enojo y la frustración se asocian con un ritmo errático, desordenado, incoherente (el electrocardiograma muestra gráfico del tipo “dientes de sierra”), mientras que emociones tales como el amor y la apreciación se corresponden con un patrón de actividad cardiaca más suave, ordenado, coherente, al mismo tiempo que el pensamiento se hace más claro, estado en el que podemos tomar mejores decisiones. Y esto es lo poco que podemos ver por medio de registros, quedando la mayor cantidad de cambios fisiológicos todavía ocultos a nuestra mirada.
Yo no tengo respuesta a esta pregunta…pero no me resulta desacertado pensar, como expresan los investigadores del HeartMath Institute, que “para muchas personas, las emociones son algo que simplemente ocurren. Pero es posible hacernos cargo de ellas. En mla edida que desarrollemos esta habilidad, nos sentiremos más confiados, exitosos y satisfechos en cuanto a nuestras relaciones con los demás. En la medida que aprendamos a surfear las olas de la emoción, tendremos un mayor sentido de la aventura y goce, que le dará a nuestra vida una cuota extra de brillo…y nos encontraremos pensando de manera clara la mayor parte del tiempo”.
Aquí es primavera y yo saldré ahora mismo a comprar mi tablita… ¿usted no?

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