Seguramente conoces a alguien, que en su etapa escolar tenía un expediente de notables y sobresalientes, y a pesar de su inteligencia, no consigue una vida satisfactoria a nivel general y va de fracaso en fracaso.
¿Cuántos genios, científicos y artistas, directivos de empresas, padres y madres de familia, sufren por la misma situación? Muchos. Y es precisamente porque la Inteligencia Convencional, no tiene más que un 23% (según investigaciones médicas) en el llamado Cociente de Éxito.
El 77% restante, corresponde a la Inteligencia Emocional y las Habilidades Sociales que esta conlleva.
¿Te gustaría saber qué diferencia a una persona triunfadora de una persona que fracasa? Entonces, te invito a seguir leyendo las habilidades prácticas que son imprescindibles para triunfar en la vida.
Las habilidades necesarias se dividen en dos grupos:
· Internas (o intrapersonales)
· Externas o de Relación (o interpersonales)
Dentro de las habilidades internas, una persona, para ser exitosa en su vida, tanto laboral, como personal o en pareja, necesita tener una cierta destreza en:
· Autoconocimiento: poder interpretar lo que siente, las emociones y cambios corporales que experimenta.
· Autocontrol emocional: una vez reconocida la emoción, poder gestionar correctamente la expresión de sus emociones, la exteriorización de las mismas y cambiar el estado de ánimo, si fuera necesario.
· Automotivación: ser capaz de ponerse en acción hacia sus metas, y de poder motivar a los otros.
Y con respecto a nuestra relación con los demás, dos aspectos son importantes:
· Empatía: saber interpretar las circunstancias desde el punto de vista del otro, ponernos en sus zapatos.
· Habilidades sociales: donde se engloban destrezas tales como la capacidad de liderazgo, la eficacia interpersonal, la cooperación, la habilidad para negociar, para trabajar en equipo, creatividad, etc.
Hoy en día, parafraseando a Daniel Goleman, (el padre de la Inteligencia Emocional) las personas son contratadas en un trabajo por sus habilidades técnicas y son despedidas cuando dan muestras de falta de habilidades emocionales. En definitiva, las empresas valoran mucho más en un miembro de su organización, la inteligencia emocional (que puede entrenarse y aprenderse) que las habilidades técnicas o inteligencia convencional, (que no puede aumentarse).
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