jueves, 13 de junio de 2013

¿CEDES TU PODER?

Publicado por Gaby Vargas 
“El día de mi pedida de mano, toda la familia esperaba ilusionada la llegada de Pedro mi novio acompañado de mis futuros suegros, para formalizar la boda –me platica mi querida amiga Ana Paula–. Arreglamos la casa, la mesa y la cena con esmero. Pero para sorpresa de todos, mis suegros en lugar de pedir mi mano, sugirieron que atrasáramos la boda y, ahí mismo, le ofrecieron a Pedro estudiar una maestría al extranjero. ¡Nos quedamos helados! Jamás me lo esperé. Sabía que mi suegra no estaba contenta con que su ‘güero’ se casara y menos que lo hiciera conmigo, una niña cualquiera, común y corriente. Lloré tres días. A pesar de todo, a los seis meses Pedro y yo nos casamos. En la fiesta, cada vez que alguien felicitaba a mi suegra, parecía que le daba el pésame.

Toda la gente se enteró de que ella no quería que la boda se llevara a cabo; no lo disimuló ni ese día. Al día siguiente –continúa Ana Paula– antes de partir a nuestra luna de miel y consciente de la relación que iniciaba con mi nueva familia, decidí escribirle una carta a mi suegra. En ella le dije que las dos teníamos en común el amor por Pedro, y que lo único que quería era ser su amiga, y varias cosas más que me salieron del corazón. Al regreso de mi luna de miel, comenzó también una nueva etapa con mis suegros. Ellos ya fallecieron, pero durante 35 años nos adoramos mutuamente; la relación siempre fue de un gran cariño y respeto”.

Lo que siempre he admirado de Ana Paula, es la gran inteligencia con la que supo ponerse por encima de las circunstancias. Ella tomó la decisión de no dejarse llevar por el enojo “natural”, y no le cedió su poder a sus suegros. Porque en el momento en que permites que alguien te haga enojar, te saque de tus casillas, provoque que en tu pecho sientas una contracción y tu energía emane como un halo negro, ese alguien tiene un poder sobre ti.

A diario se nos presentan múltiples razones por las cuales podemos enojarnos, frustrarnos o sentirnos heridos. Nos pueden afectar desde el dependiente de una tienda, el compañero de la oficina que nos hace la vida difícil, hasta un hijo en edad de rebeldía. Así es, nada ni nadie nos garantiza un día perfecto ni acorde a nuestros planes. El trabajo personal consiste en decirnos: “Sin importar qué suceda, hoy estaré en paz y disfrutaré mi día”.

Es cierto que hay circunstancias que no están en nuestras manos o no se desarrollan como esperábamos. El hecho es que no podemos controlar a los demás, lo único que podemos controlar es nuestra actitud. En esos casos nos toca respirar y tomar la decisión de mantenernos en armonía a pesar de los acontecimientos. Ésa es nuestra tarea. Cacharnos en el momento en que comenzamos a sentir que el enojo amenaza con instalarse y ahí, preguntarnos: “¿Vale la pena ceder mi poder?”
La vida es muy corta para gastar energía en enojarnos o sentirnos ofendidos. Si permites que las personas o las circunstancias controlen tu capacidad de gozo o te roben la paz, siempre, absolutamente siempre, habrá un motivo para no ser feliz. De la misma manera, si esperamos a que completamente todo sea perfecto para disfrutar la vida, viviremos irremediablemente con la quijada apretada y los músculos del cuello contraídos.
Además de lo anterior, en la actualidad padecemos varias epidemias de tipo mental, a las que sin darnos cuenta, cedemos nuestro poder: “Es la economía…”, “Es la inseguridad…”, “Son tiempos difíciles…”, y por esas razones permitimos que se nos doblen las manos y se frustren nuestros sueños.

Como Ana Paula, tomemos la decisión y el compromiso de ser felices, y que no sean otros los que roben y ejerzan nuestro poder.

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