martes, 21 de junio de 2011

EMPUJA LA VAQUITA

Un maestro samurai paseaba por un bosque con su fiel
discípulo, cuando vió a lo lejos un sitio de
apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al
lugar.

Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la
importancia de realizar visitas, conocer personas y
las oportunidades de aprendizaje que obtenemos de
estas experiencias.

Llegando al lugar constató la pobreza del sitio, los
habitantes: una pareja y tres hijos, la casa de
madera, vestidos con ropas sucias y rasgadas, sin
calzado. Entonces se aproximó al señor, aparentemente
el padre de familia y le preguntó:

"En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni
puntos de comercio tampoco, ¿cómo hacen usted y su
familia para sobrevivir aquí?"

El señor calmadamente respondió: "amigo mío, nosotros
tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche
todos los días. Una parte del producto la vendemos o
lo cambiamos por otros géneros alimenticios en la
ciudad vecina y con la otra parte producimos queso,
cuajada, etc., para nuestro consumo y así es como
vamos sobreviviendo."

El sabio agradeció la información, contempló el lugar
por un momento, luego se despidió y se fue. En el
medio del camino, volteó hacia su fiel discípulo y le
ordenó: "Busque la vaquita, llévela al precipicio de
allí enfrente y empújela al barranco."

El jóven espantado vió al maestro y le cuestionó sobre
el hecho de que la vaquita era el medio de
subsistencia de aquella familia. Mas como percibió el
silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la órden.
Así que empujó la vaquita por el precipicio y la vió
morir. Aquella escena quedó grabada en
La memoria de aquel jóven durante algunos años.

Un bello día el joven agobiado por la culpa resolvió
abandonar todo lo que había aprendido y regresar a
aquel lugar y contarle todo a la familia, pedir perdón
y ayudarlos. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba
al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos,
todo habitado, con carro en el garaje de tremenda casa
y algunos niños jugando en el jardín.

El joven se sintió triste y desesperado imaginando que
aquella humilde familia tuviese que vender el terreno
para sobrevivir, aceleró el paso y llegando allá, fue
recibido por un señor muy simpático. El joven preguntó
por la familia que vivía allí hacia unos cuatro años,
el señor respondió que seguían viviendo allí.
Espantado el jóven entró corriendo a la casa y
confirmó que era la misma familia que visitó hacía
algunos años con el maestro.

Elogió el lugar y le preguntó al señor (el dueño de la
vaquita):
"¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de
vida?"

El señor entusiasmado le respondió:
"Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el
precipicio y murió, de ahí en adelante nos vimos en la
necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras
habilidades que no sabíamos que teníamos, así
alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbran ahora.

La moraleja samurai nos dice:
"Todos nosotros tenemos una vaquita que nos
proporciona alguna cosa básica
para nuestra sobrevivencia, la cual convive con la
rutina y nos hace dependientes de ella, y nuestro
mundo se reduce a lo que la vaquita nos brinda.

Tú sabes cual es tu vaquita y no dudes un segundo para
empujarla por el precipicio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario