domingo, 18 de diciembre de 2011

Compartir


Si nos situamos en el presente conectándonos con esa fuente interna que todos tenemos, y elegimos dejar fluir todo lo que en ese momento queremos manifestar estaremos dando un gran paso que nos permitirá ser mucho más efectivos a la hora de compartir.
Desde que el ser humano descubrió lo agradable que es compartir con sus semejantes se ha sentido motivado a continuar, haciéndolo en un ejercicio de su libre albedrío mediante el cual está en capacidad de elegir libremente a quien darle lo mejor de sí mismo.
Aunque no nos lo parezca de primera impresión por todas las incongruencias que comúnmente encontramos a nuestro alrededor, en el fondo sí existe esta motivación a compartir. En realidad, detrás de cada una de estas incongruencias se encuentra un motivo, el cual, si fuéramos capaces de comprender nos facilitaría integrarnos al medio que nos rodea para así poder compartir en un sentido más amplio, que es lo que en realidad se busca.
Pero, ¿qué es compartir realmente? Simplificando podríamos decir que es dar y recibir, dar siempre lo mejor de nosotros para así estar en condiciones de recibir lo que otros tengan para darnos; y es precisamente concentrándonos en dar que podemos facilitar que mejoren nuestras relaciones personales.
Sucede que en la actualidad las personas se concentran más en pedir e incluso en exigir, perdiendo de vista lo importante y satisfactorio que puede ser dar primero, abriendo el camino que le permita a nuestras acciones regresar a nosotros multiplicadas. Si es correcto, todo lo que damos vuelve a nosotros después de crecer y aumentar tanto en cantidad como en calidad y en ello radica la importancia de saber escoger a la hora de dar, de lo contrario podríamos vernos en la situación de desear que lo que se nos devuelve fuese diferente.
Es importante tomar en consideración que para dar tenemos primero que tener, pues en realidad nadie puede dar lo que no tiene. Desde este punto de vista cabe preguntarnos si tenemos nosotros lo suficiente de aquello que esperamos recibir, porque de otra manera no estamos en condiciones de dar efectivamente y por supuesto, no recibiremos lo que esperamos.
Cabe preguntarnos entonces ¿tenemos suficiente de aquello que pretendemos recibir?, ¿estamos dando tanto como realmente podemos?, ¿qué es lo que realmente esperamos recibir de las demás personas? Tras este análisis podremos ver claramente cuál es nuestra situación actual y estaremos en mejores condiciones de hacer los ajustes que nos permitan compartir de manera más efectiva con nuestros seres queridos.
En realidad, en su interior cada ser humano guarda grandes tesoros, sólo que en algunos casos no los ha descubierto; pero una vez que se pone en contacto con estos tesoros, lo referente a si tenemos suficiente de aquello que pretendemos recibir queda relevado a un segundo plano; y esto nos permite concentrarnos en evaluar si estamos dando tanto como realmente podemos. En este caso entran en juego otros factores, pues el ser humano está dotado de una inmensa capacidad de dar, es solo que a lo largo de su vida pudo haber acumulado experiencias que por alguna razón le hicieron modificar su comportamiento en cuanto a permitir la libre expresión de aquello que se siente motivado a dar, o simplemente el medio en el cual creció no le brindó las suficientes oportunidades de presenciar lo que puede ser el compartir en armonía.
Las razones que le impulsaron a tomar esta decisión de modificar su comportamiento pueden ser tan variadas como seres humanos hay en este planeta. Lo cierto es que cada persona reacciona de manera diferente ante determinadas situaciones. Mientras que lo que para unos puede ser catalogado de poco importante, para otros puede ser una cuestión sumamente relevante; y es precisamente esta diversidad de criterios ante las mismas circunstancias que hace de los humanos los seres más interesantes del planeta.
Partiendo de esta comprensión estamos en mejores condiciones de entender por qué a algunas personas les cuesta dar, aun cuando su intención sea precisamente esa. En esos casos puede sernos de utilidad situarnos en la experiencia que estamos viviendo en el momento, pues si bien es cierto que de la experiencia se aprende y este conocimiento nos ayuda a evitar repetir los errores, no es menos cierto que si adoptamos una actitud de predisponernos esperando que nos vuelvan a suceder las mismas cosas, estamos en cierta forma dificultándonos tener éxito en una nueva experiencia.
Si nos situamos en el presente conectándonos con esa fuente interna que todos tenemos, y elegimos dejar fluir todo lo que en ese momento queremos manifestar estaremos dando un gran paso que nos permitirá ser mucho más efectivos a la hora de compartir, principalmente en lo concerniente a dar. Para esto es necesario superar los residuos que aún pudieran quedarnos de experiencias pasadas, o en el caso de no tener puntos de referencia en cuanto a cómo llevarlo a cabo, comenzar a hacerlo por ensayo y error realizando los ajustes que sean necesarios a medida que se nos presenten. Pero si no comenzamos a dar es poco probable que alguna vez lleguemos a recibir tanto como aspiramos.
Una vez que comenzamos a dar se hace evidente que a medida que más damos más cómodos nos sentimos al hacerlo y comenzamos a recibir lo suficiente como para ayudarnos a superar cualquier obstáculo que podamos tener en este sentido. Nos encontramos entonces en capacidad de ver la vida desde un punto de vista que hasta ahora no habíamos sido capaces de apreciar y podemos reconocer en él lo sencillo que puede ser mejorar nuestras relaciones personales con un mínimo de esfuerzo, contribuyendo así a elevar el nivel de armonía a nuestro alrededor.
A partir de ese momento nos damos cuenta que aquello que antes podíamos habernos planteado como lo que deseábamos recibir de los demás era en realidad lo que nosotros mismos queríamos darles y por alguna razón, ahora superada, no éramos capaces de expresarlo de forma efectiva.
Con el pasar del tiempo se hace evidente que el compartir no cuesta nada, pero puede contribuir a elevar nuestro nivel de satisfacción personal y el de las personas con quienes tenemos trato a diario. Y nos damos cuenta también que al compartir lo que tenemos no restamos, sino que por el contrario, sumamos pues al final siempre tenemos más de lo que pensábamos, no sólo por lo que recibimos a cambio, sino también por cuanto más vamos descubriendo que tenemos dentro para compartir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario