martes, 20 de diciembre de 2011

Ser feliz y ser libre

El servicio desinteresado a los demás es liberador y nos perfecciona. Además atraemos personas de buena voluntad que están también dispuestas a colaborarnos en nuestros propios objetivos.

Casi en todo el mundo se vive hoy en función de las pérdidas y ganancias. Se nos educa para realizar transacciones con los demás, en las cuales la meta es ganar, o al menos, no perder. Si se realiza algo por otra persona, en el subconsciente surge espontáneamente el concepto de medir primero qué vamos a recibir a cambio. Y ojalá, recibir primero.

Estas actitudes privan a las personas de gozar el servicio desinteresado. Cuando alguien se libera de sus egoísmos, y realiza un acto por otra persona por el sólo placer de hacerlo, alcanza una serenidad y una alegría profunda. Se une a la gran fuerza universal del servicio. Todos los seres de la creación sirven para algo.

Servir desinteresadamente te libera del sufrimiento, porque cuando haces algo con interés, estás esperando una respuesta de la otra persona. Esta respuesta casi nunca satisface e, incluso, muchas veces no llega. Se sufre cuando se espera algo y no se obtiene. Cuando sirves sin esperar, no puedes sufrir pues no esperas nada del otro. Sólo queda la alegría y el sentimiento de libertad de hacer algo porque quieres hacerlo, simplemente. Recuperas el poder y control de tu vida: no necesitas dar explicaciones ni dar cuentas a nadie. Lo haces porque quieres hacer feliz a otra persona y, de paso, obtienes tu propia felicidad.

Además, al desarrollar la actitud de buena voluntad, automáticamente tratarás de hacerlo cada vez mejor. Y esto te impulsará a aprender y a perfeccionarte, mejorando tu propia calidad de vida.

Una personalidad de buena voluntad atrae personas de buena voluntad. Se produce una simpatía y una sincronicidad. Y las personas de buena voluntad son más felices y saludables, se ayudan entre sí y son solidarias.

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