sábado, 2 de junio de 2012

Alegría.


Vivir en la concordia, con el propósito de no juzgar a los demás sin habernos calzado antes sus mocasines durante tres lunas (proverbio indio).
Muchas tradiciones espirituales afirman que si buscas primero lo más elevado, después te llega todo lo demás.

En la Biblia, en el Nuevo Testamento,  Jesús dice: “Busca primero el reino de los cielos, y todo lo demás te será dado por añadidura”. Soy de la opinión de que el reino de los cielos no es ningún lugar lejano en alguna parte remota del universo, sino más bien un estado de conciencia en algún remoto lugar del alma.

Una de las filosofías más antiguas del mundo, el Vedanta, nos enseña que la felicidad que se debe a una razón es sólo otra forma de desdicha porque esa razón puede sernos arrebatada en cualquier momento. Si la felicidad que sentimos tiene su origen en circunstancias externas estaremos siempre a merced de cada circunstancia y de cada extraño que se cruce en nuestro camino. Las causas externas nunca generan la auténtica alegría, pues ésta es un estado interno que determina cómo percibimos y experimentamos el mundo.

La alegría es como un rayo de luz que debe permanecer siempre encendido, iluminando nuestros actos y sirviendo de guía a todas las personas que se cruzan en nuestro camino. A veces caemos en el error de luchar contra la oscuridad en una batalla agotadora e inútil, sin percatarnos  de que todo es mucho más sencillo, pues la luz está dentro de nosotros mismos. Sólo tenemos que pulsar el interruptor y la oscuridad desaparece como por arte de magia ante la luz (no luchemos contra la negatividad, creemos positividad).

La alegría es el bien más preciado, más importante que el dinero, que el amor, incluso que la salud; porque aunque tengamos carencia de lo demás, la alegría hará que todo lo demás sea bien llevado. La alegría tiene efecto atrayente y contagioso, lo que le convierte en el único bien que se multiplica al ser dividido; utilicemos esta maravillosa condición desplegando en todas partes la alegría que llevamos dentro y el mundo se iluminará.

Nunca pensemos que la persona alegre es aquella que no ve las dificultades, sino que es aquella que no se asusta ante ellas y se las toma como oportunidades de superación, pues solamente ante las dificultades las personas maduran y crecen. A veces es necesaria una pasar por una verdadera tormenta para comprender cuánto hemos estado preocupado por tonterías, por lluvias pasajeras y sin importancia.

Ocurra lo que ocurra en nuestras vidas, que no nos falte nunca la alegría.

Para recargar las pilas sólo tenemos que abrir de par en par los sentidos y dejarnos invadir por la energía del sol, el cielo estrellado en una noche de verano, la confortable caricia de la naturaleza, sintiéndonos inundados de la paz, la fuerza, el orden y la belleza de la sinfonía de la creación en todo su esplendor.

La expresión de felicidad trae consigo un sentimiento de conexión con la fuerza creativa del universo y al experimentar que formamos parte, sentimos que nada ni nadie puede impedirnos lograr todo lo que deseamos (pues entramos en un estado de gracia en el que los deseos se cumplen y la paz nos acompaña), porque es entonces cuando las fuerzas universales trabajan a nuestro favor. Este estado se conoce en la mayoría de las culturas como “tener suerte”. Lo que quiero decir con este discurso es que el mundo es un gran espejo energético y por tanto si le sonreímos al mundo, él nos devolverá la sonrisa.

Estoy siempre alegre, esa es la manera de solucionar los problemas de la vida. (Charles Chaplin)

Reíd, y el mundo reirá con vosotros; llorad y llorareis solos. (Etla Wheeler Wilcox)

No sonrío porque soy feliz, soy feliz porque sonrío. (Eric-Emmanuel Schmitt en su obra “El señor Ibrahim y las flores del Corán”)

No estoy triste porque esté solo, estoy solo porque estoy triste (anónimo)

Un hombre feliz es como un barco que navega con viento favorable. (Proverbio Chino)

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