sábado, 9 de junio de 2012

La escalera del cambio


Una extensa investigación realizada por James Prochaska y Carlo Di Clemente, psicólogos de la universidad de Rodhe Island, ha permitido establecer cuatro fases diferentes de predisposición de las personas a la hora de afrontar un cambio de conducta con éxito.
Inconsciencia
Las personas que se hallan en esta fase no sólo no están, en modo alguno, dispuestas, sino que niegan incluso que tengan necesidad alguna de cambiar. Como dijo el ensayista británico G. K. Chesterton, "no es que no puedan encontrar una solución, es que ni siquiera pueden ver el problema". En consecuencia, son personas que se resisten a cualquier intento de ayudarles a cambiar porque no ven la menor necesidad.

Contemplación

Las personas que se hallan en este estadio perciben que necesitan mejorar y comienzan a pensar en el modo de lograrlo. Sin embargo, si bien están abiertas a hablar sobre el asunto, no están suficientemente preparadas para emprender el proceso de cambio y comprometerse plenamente con él. La ambigüedad es, en este caso, el sentimiento imperante porque hay quienes parecen esperar un "momento mágico" para cambiar, mientras que otros saltan prematuramente a la acción, pero acaban fracasando porque carecen de la suficiente energía.

Es probable que las personas que se hallan en este nivel digan cosas tales como que "el mes que viene" emprenderán alguna acción o afirmen que lo harán "en los próximos seis meses". Prochaska señala que esas personas sustituyen la acción por el pensamiento y, en consecuencia, no es extraño que "pasen años diciéndose que algún día van a cambiar". En este sentido, cita el caso de un ingeniero que pasó cinco años dedicándose a analizar los factores que le habían convertido en una persona tímida y pasiva porque pensaba que no comprendía el problema lo bastante bien como para hacer algo al respecto.
PreparaciónAquí las personas comienzan a centrarse en la solución que puede llevarles a mejorar y, en consecuencia, se hallan ávidas por emprender un plan de acción. Son conscientes del problema, creen que hay modos de resolverlo y tienen una excelente disposición para intentarlo. A veces se ven motivadas a ello por un suceso espectacular, una conversación sincera con un supervisor, un problema laboral, o una crisis en su vida personal. Así le ocurrió a cierto ejecutivo que tomó la decisión de mejorar su habilidad de autocontrol cuando la policía le detuvo por conducir ebrio mientras volvía de cenar en casa de unos amigos. En este punto, pues, cuando la persona se halla madura para el cambio, es el momento adecuado para elaborar un plan de acción concreto y detallado.

Acción
Aquí es donde empieza el cambio visible. Las personas aceptan el proceso de cambio, comienzan a dar los primeros pasos y a modificar ostensiblemente sus pautas emocionales, el modo en que piensan sobre sí mismas y las demás facetas que permiten transformar un hábito muy consolidado. Aunque la mayor parte de la gente considera que este estadio es "el verdadero cambio", su éxito, no obstante, depende completamente de los pasos anteriores.
Cambiar es un proceso. Las cuatro etapas vistas son una forma de visualizar ese proceso, entre muchas otras que se podrían conceptualizar, o relevar desde la experiencia. Lo importante es reconocer que, ante cada hábito que deseamos modificar, tenemos un camino por delante... y clarificar -en lo posible- en qué punto del recorrido nos encontramos.
¿Qué haces ante un problema?

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