sábado, 9 de junio de 2012

Imágenes, no palabras


Desde edad temprana, Albert Einstein dirigía muy poco su atención hacia otros seres humanos. Sus intereses se polarizaban en torno al mundo de los objetos y las fuerzas físicas que lo rodeaban. Cuando era pequeño, prefería jugar con juguetes a relacionarse con otros niños. Se podría decir que la vida de Einstein estuvo mucho más centrada en los objetos que en las personas. Poco fascinado por las relaciones humanas, guardaba su ardor para las relaciones entre las cosas.

Einstein parece haber poseído un don especial, no siempre a disposición de los científicos: el don de imaginar problemas y situaciones de posible aplicación y de llevar a cabo esos vívidos y reveladores rompecabezas mentales, que permanecieron en su mente por muchos años.
 
"¿Cómo llegó a ocurrir que yo fuera el único en desarrollar la Teoría de la Relatividad? La razón, pienso, es que un adulto normal nunca se detiene a pensar sobre problemas de espacio y tiempo. Estas son cosas que ha pensado de niño. Pero mi desarrollo intelectual fue retardado, como resultado de lo cual, comencé a preguntarme sobre el espacio y el tiempo sólo cuando ya había crecido... Naturalmente, pude profundizar más en el problema que un niño con dotes normales".
 
El joven Einstein exhibía una tendencia reveladora: se planteaba cuestiones complicadas y después las meditaba largamente. Quizás preveía claramente el futuro cuando, hacia los dieciséis años, se preguntó cómo sería para un observador desplazarse junto a una onda luminosa: ¿sobrepasaría el observador alguna vez la onda luminosa? Algún tiempo después se preguntaba lo que le sucedería a las posesiones de una caja, que estuviera cayendo libremente por un profundo pozo: ¿caerían estas posesiones al suelo o simplemente permanecerían suspendidas en el aire?
Einstein era capaz de llevar muy lejos la investigación de estos ejemplos y de pensar fácil y generativamente sobre las numerosas variaciones de su imaginaria nave espacial, tren o caja en caída libre. La capacidad para mantener en la mente estas configuraciones espaciales inventadas, y para operar sobre ellas de modos aleccionadores diversos, jugaba un papel imprescindible en el pensamiento científico original de Einstein. Estos eran sus sistemas simbólicos preferidos.

Einstein era un escritor perfectamente idóneo, pero el lenguaje como tal, tenía poco atractivo para él. A menudo lamentaba su escaso talento para dominar idiomas extranjeros y retener materiales verbales con precisión. En cambio, sus dotes de inteligencia lógico-matemática y espacial eran notables. Podía asimilar inmediatamente como modelos, imágenes mentales inventadas. Al reflexionar sobre estas actividades de "descifrado" (o su proceso mental), así percibía los rasgos centrales de su pensamiento:
 
"Las palabras del lenguaje, tal y como se escriben o pronuncian, no parecen jugar ningún papel en el mecanismo de mi pensamiento. Los entes psíquicos que parecen servir como elementos del pensamiento, son ciertos signos e imágenes más o menos claras, que pueden ser reproducidas y combinadas a voluntad... Desde un punto de vista psicológico, este juego combinatorio parece ser la característica esencial del pensamiento productivo... Los elementos son, en mi caso, de tipo visual y algunos de tipo muscular. Las palabras convencionales u otros signos, han de ser buscadas laboriosamente sólo en un segundo momento, cuando el mencionado juego asociativo está suficientemente consolidado y puede ser reproducido a voluntad".
 
 Los genios ¿piensan mas o diferente?

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