sábado, 30 de junio de 2012

Que es el hombre. Reflexiones sobre ética, valores y religión


1.- El hombre, ¿nace o se hace?
No se trata de crear, proponer o razonar filosóficamente teorías de lo que significa el hombre. Sólo se pretende plantear la necesidad de entender qué es el hombre biosiquicosocial. Es una interrogante que siempre ha estado en la humanidad, de la cual no sólo es el protagonista principal, sino el guionista y director.
Para tratar este tema, las ideas inspiradoras están en el libro de Richard Dawkins,”El Gen Egoísta”, publicado en 1993, donde el planteamiento de fondo es la evolución planteada científicamente por Charles Darwin, quien a juicio de Dawkins fue “quien formuló una relación coherente y valedera del por qué existimos”. Planteamiento que apenas comienza a generar en las ciencias humanistas, un marcado interés, se esté o no de acuerdo con ella.
Diversos autores suponen que es el bien de la especie (grupo) el factor importante en la evolución de la misma (Lorenz, Ardrey, Eibi-Eibesfeldt), otros por el contrario consideran que el factor importante es el bien del individuo (gen), concluyéndose que los seres humanos al igual que todos los demás animales, son máquinas creadas por sus genes, pero a diferencia de ellos, tienen ciertas cualidades en dichos genes, entre las que se destaca el egoísmo despiadado presente en un gen próspero, lo que da origen al egoísmo en el comportamiento humano.
Ello lleva a pensar que es poco lo que se puede esperar de la naturaleza biológica para realizar una sociedad altruista en función del bien común. Se nace egoísta y sólo con la enseñanza de lo que significa la generosidad y el altruismo, se puede revertir esta situación.
Es el hombre el único ser que puede ser dominado por la cultura e influencias transmitidas de generación en generación. Un grupo poblacional va a perdurar en la medida en que sus miembros se sacrifiquen a sí mismos por el bienestar del grupo. En cambio si un grupo sitúa en primer lugar sus propios intereses egoístas individuales, es poco probable que perdure; siendo el gen la unidad fundamental de la evolución, y viéndola así, es posible explicar los fenómenos de selección de grupo.
Un gen es la unidad más pequeña de la herencia y constituye un pequeño segmento de ADN, el cual es interpretado por el organismo humano como parte de un plan para estructurar el cuerpo humano y sus funciones.
El cuerpo humano posee más o menos 30.000 genes agrupados en genomas, que constituye la unidad fundamental de la herencia, siendo Gregor Mendel a finales del siglo XIX quien observó que las características de los seres vivientes eran heredadas en forma discreta de generación en generación, aún cuando la herencia es una antigua idea observada por muchos estudiosos cuando veían que la apariencia física, el temperamento y otras características son heredadas.
Todos los individuos de una especie tienen el mismo escenario de genes; lo que los diferencia es que los genes tienen diferentes formas o alelos, teniendo cada individuo dos copias de cada gen. Uno heredado de cada progenitor, y la forma en que interactúan las dos copias determinan las características del organismo.
Con esta breve reseña sobre el gen biológico (la genética es muy complicada) se llega a la conclusión que el gen utiliza al organismo físico como una plataforma de sus supervivencia, la cual se convierte en distribuidora de genes al reproducirse por actividad sexual, transmitiendo las diversas relaciones más o menos negativas del individuo como agresión, altruismo, conflictos y la constante lucha entre el “yo hombre” y el “tú mujer” o viceversa.
Contrastante Con esta teoría de la evolución de las especies, para una importantísima parte de la humanidad, el hombre no es más que una creación divina realizada por Dios, a su imagen y semejanza Es una creación que no ha terminado.
Según el Génesis, al principio sólo existía Dios que hizo todo por decisión suya. En el sexto día, luego de finalizar su creación, Dios descansó.
Lo que llama la atención es que en el proceso creativo de Dios, primero creó las distintas clases de animales antes que al hombre. Este es, según esta teoría, el origen de la tierra (Génesis 2).
Durante todo el proceso de la creación Dios decía: “y Dios vio que era bueno”, siendo con ello su propio crítico. Pero en el segundo relato del Génesis se observa que para Dios el hombre es un ser responsable, además de privilegiado, lo que le vale ser su propio crítico, en primera instancia. A él le concede el mandato de nominar a todos los animales credos, dándole así la primacía de su especie sobre todas las demás. Pero también hay que detenerse en un hecho relatado que ha marcado para siempre al “tú mujer”, ya que viendo Dios que el hombre está sólo, de una de sus costillas formó la mujer. Desde aquí se inicia la preponderancia del “yo hombre” sobre el “tú mujer” (Génesis 2), con lo cual por mandato divino se da el proceso evolutivo del ser humano.
Creación del hombre que comparte el judaísmo, mientras que en el islamismo la creación toda incluyendo al hombre, es la manifestación del poderío y de la gloria de Alá, y entonces de sus propiedades o atributos. El hombre es el responsable ante Alá por todo lo que hace recibiendo de él premio o castigo. Para el Islam, el hombre y la mujer son iguales. Contrariamente a todos los filósofos del mundo antiguo, el hombre y la mujer fueron creados de la misma sustancia y material, al mismo tiempo y por el mismo Creador.
"La creación del hombre: dice Alá: hemos creado al hombre de arcilla fina. Luego, le colocamos como gota en un receptáculo firme. Luego, creamos de la gota un coágulo de sangre, del coágulo un embrión y del embrión huesos, que revestimos de carne. Luego, hicimos de él otra criatura. ¡Bendito sea Alá, el mejor de los creadores! Luego, después de esto, habéis de morir." (Al-Mu'minun Los Creyentes 23:12-15).
En síntesis, las tres religiones más extendidas por el planeta tienen un tronco común y por tanto una visión de la creación del universo similar. Tenemos entonces dos versiones de la creación del hombre: una evolucionista a través de de la labor de nuestros genes, muy científicamente sustentada. La otra, creacionista a través de la obra de un Dios creador, basada en la fe del cristianismo.
“Según la edición del 22 de abril de 2000 de New Scientist, el científico social turco Oktar se convirtió en un “héroe internacional” al difundir la realidad de la creación y el fraude que encierra la teoría de la evolución. Llevó a cabo una investigación pormenorizada de las filosofías e ideologías materialistas que reinaban en su entorno, hasta el punto que llegó a saber más de las mismas que quienes las defendían. Como resultado de ese conocimiento, escribió varios libros acerca de la falacia de la teoría de la evolución. Su esfuerzo intelectual en la denuncia del darwinismo y el materialismo se convirtió en un fenómeno de amplitud mundial. Demoler las mentiras del evolucionismo. El propósito principal es pulverizar la filosofía materialista y atea que ha sido presentada como una alternativa y rival de la religión e impuesta en todo el mundo a partir del siglo XIX”.
Según el Budismo, religión atea pero con muchos dioses, nacimos de la matriz de la acción (kamma-yoni). Los padres simplemente nos proporcionan un fundamento material; como tal, el ser precede al ser. En el momento de la concepción, es kamma, o la acción pasada, quien condiciona la conciencia inicial que vitaliza al feto. Es esta energía kámmica invisible, generada del nacimiento pasado, la que produce los fenómenos mentales y el fenómeno de la vida en un fenómeno físico ya existente, para completar así el trío que constituye al hombre. Buda se refiere simplemente al comienzo de la corriente de vida de los seres vivientes.
Comprender al hombre como un ser complejo y contradictorio ha sido, no sólo la actividad de muchos investigadores y teóricos de las ciencias sociales, sino la preocupación de muchos filósofos y teólogos de las diferentes religiones.
Un investigador moderno que se ocupa del tema es Morín E. (2001), quien considera al hombre, además de un ser complejo y contradictorio, físico, biológico, psíquico, cultural, social, e histórico. Afirma que forman parte de su esencia la experiencia, las emociones y sentimientos, lo lógico y lo racional, así como lo irracional
A los científicos les corresponde entonces, especular sobre el origen y la evolución del universo y en especial sobre el ser humano, y lo que sí es cierto, es que la imaginación del hombre ha sido la que ha propiciado su evolución.
2.- ¿Por qué existe?
Una primera respuesta a esta interrogante la dan las tres más grandes religiones, el hombre existe como ser humano hecho a imagen y semejanza de Dios, para darle gracias y manifestar sus bondades y su amor. En ello reside la felicidad del ser humano.
Otra respuesta, dada por muchos teóricos es que la existencia del hombre es para la procreación de la especie.
Los marxistas, en cambio sostienen que siendo el hombre una potencialidad productiva, su existencia es un hecho económico, en contraposición del capitalismo, que lo considera desde la perspectiva de la enajenación, como factor de producción. Por ello es necesaria, para los marxistas la apropiación social de la esencia humana, es decir de la capacidad productiva.
En fin de cuentas, el hombre existe porque es un agente del cambio histórico. Así opinan los que lo ven desde la perspectiva historicista.
Todas estas versiones llevan a considerar, que la existencia del hombre conlleva su justificación moral, lo cual a lo largo de los siglos ha sido muy agitada, sobre todo cuando se hace una interpretación teológica, siendo el siglo XVII el más prolífero en cuanto al tratamiento del tema, donde los Carmelitas de Salamanca escribieron el “Cursus Theologial Moralis (1665-1724), constituyéndose en la obra más notable de la teología moral de ese siglo.
La moral, desde el año 90 d.c. ha sido especialmente tratada, estando la actividad del hombre y su existencia correlacionada con las ideas de Cristo y las enseñanzas del Antiguo y Nuevo Testamento.
La moral cristiana, de tan elevados y puros ideales, bajo un régimen pagano y en un mundo de costumbres depravadas, planteaba numerosos cuestionamientos, que a la luz del modernismo del presente siglo, podría interpretarse como de cooperación material, teniendo especial relevancia la obra de Cipriano.
El problema fue resuelto con permanecer en el mundo sin pertenecer en él y no el de fugarse al desierto. La máxima que se le adosa al hombre es una existencia de martirio y sufrimiento en su lucha por definir su existencia en la tierra, como el hombre hecho a imagen y semejanza de Dios, quién envió a su hijo Cristo, a la tierra para sufrir y ser martirizado para redimir al ser humano.
San Agustín fue luego, el gran animador de toda la moral arropada con la teología, usando las Sagradas Escrituras. Describía especialmente el carácter de desarrollo, de dinamismo vital, propio del existir ético. Para él, el hombre está en este mundo para disponer de la fe y el amor en el sentido más amplio de la felicidad.
Alberto Magno (1193-1280) al comentar filosóficamente la “Ética de Nicomaco” de Aristóteles, refuerza el carácter ético del pensamiento aristotélico. Pero es con Santo Tomás de Aquino cuando se conjuga todo lo bueno de la investigación teológica, dando así el inicio de una verdadera ciencia de la moral. El hombre está para ser la imagen de Dios, al contrario de lo que afirmaba Aristóteles, quien considera al hombre como el punto central que obtiene su felicidad en la tierra, a través de los bienes de este mundo. Santo Tomás de Aquino, al contrario considera que es la comunión con Dios lo que le genera felicidad al hombre en la tierra. Además, lo que verdaderamente cuenta no es el propio perfeccionamiento obtenido por las propias fuerzas del ser humano y perseguido bajo el impulso del “egocentrismo”, sino el amor y la docilidad a la voluntad de Dios.
Durante los siglos XIV y XV se desarrolló el “nominalismo”, según lo cual el interés se centraba en lo “singular” sobre el “individualismo”. El hombre existe para realizar el bien, el cual es una correspondencia de una acción con una voluntad: es bueno lo que Dios quiere. Quizás aquí está la base filosófica del voluntarismo y el legalismo que el hombre desarrolla. La razón de la existencia del hombre no puede verse solamente considerado en la unidad de sus componentes esenciales, ya que se encuentra en medio de una multitud de relaciones, en las cuales realiza los valores de su vida y justifica su existencia. (1) No se le puede ver como un ser, sino como individuo y como miembro de una comunidad.
La existencia del hombre lógicamente está asociada a la constante interrogante de ¿qué es el hombre?, la cual desde los inicios de de la crisis del período democrático de la antigua Atenas, cuando Sócrates preocupado por el rápido crecimiento de los sofistas convencidos del relativismo, preocupó a todos los pensadores griegos. Lo que en fin de cuentas provocará la pérdida del sistema que con tanto esfuerzo logró Pericles. Esta interrogante, así como muchos cuestionamientos relacionados con el hombre, son la plataforma teórica que desde la edad media es del interés de la filosofía.
En el siglo XX, todas las reflexiones enmarcadas en el espectacular desarrollo de las ciencias y de la tecnología, y que apuntan al hombre y su existencia como tal, provocan una nueva crisis en la filosofía al poner en entredicho la fundamentación heredada de siglos anteriores, que con los desarrollos de la antropología, la genética, la biología y en general las ciencias que abordan al ser humano en su esencia y presencia, por lo que antiguos valores, sustentados en concepciones teológicas y propagados por las religiones monoteístas, son violentamente cuestionados, dejando a un lado concepciones éticas sobre la vida y su condición de ser natural.
Se cuestiona la vida y se busca, con la ayuda de las ciencias, explicar que el hombre existe como un ser vivo y que presenta estas características básicas: equilibrio inestable, propensión a la muerte y compleja organización. El hombre existe entonces porque tiene vida como ser natural, y tiene además vida como ser social. Ninguna de estas características del hombre constituye la más importante; ambas se complementan y son la más clara explicación del ser humano como hombre. Sin embargo, en algunos filósofos como Ortega y Gasset hacen ver la preponderancia de lo social sobre lo natural, pero con una visión de “prima inter pares”, que muchos han llamado “persona”.
El hombre existe como persona, lo que lo hace preponderante ante los demás seres de la naturaleza, a quienes tiene que respetar, concluyéndose que: el hecho de ser el hombre persona, le da todo su valor como ser humano, y su existencia como tal, le da derechos y obligaciones tanto consigo mismo como con los demás, sean personas o seres naturales que comparten su mismo cosmo.
En definitiva, lo que se trata es considerar la existencia de la gente, como bien lo expresa Richard Dawkins: “en el deseo de esa gente que quiere construir una sociedad en la cual los individuos cooperen generosamente y con altruismo al bien común, sin esperar poca ayuda de la naturaleza biológica. Sólo la enseñanza de la generosidad y el altruismo para combatir y así modificar los designios de los genes egoístas del ser humano.
3.- El “yo, hombre” y el “tú, mujer
Debemos empezar por aclarar que al llamar a otros seres humanos “tú”, significa que ese otro es un “yo”, quien merece no sólo respeto y amor, sino también compartir.
Desde que los pensadores griegos consideraron a la mujer como un ser minusválido socialmente, mucho agua ha corrido en el río de quienes han filosofado sobre el concepto de mujer. Para Platón, la mujer requiere de la educación para ser igual al hombre, aún cuando biológicamente son dos seres humanos iguales. Aristóteles por su parte, sólo reconoce en la mujer la virtud del silencio que es lo mismo que sumisión. Hobbes, en sus numerosos estudios equipara a la mujer con el hombre y se opone a la consideración hasta ahora mantenida, del predominio del hombre sobre la mujer como una ley natural.
Ya antes, esta ley natural se había arraigado en casi todos los pensadores, cuando trataban sobre la mujer. “No es bueno que el hombre esté solo. Haré, pues, un ser semejante a él para que lo ayude… Yahvé hizo caer en un profundo sueño al hombre y éste se durmió. Y le sacó una de sus costillas, tapando el hueco con carne. De la costilla, formó a la mujer y la llevó hasta el hombre” (Génesis 2). Es el mismo Antiguo Testamento quien inicia la discriminación de la mujer. El varón y la mujer no son iguales en su concepción. Ella viene del hombre, lo que significa dependencia, pero al dejar el hombre a sus padres por su compañera le da el puesto de honor y preponderante como ser social. Esto es lo que las grandes religiones han transmitido y que muchas sociedades lo han perpetuado en el tiempo, pero que la evolución social del hombre ha combatido, y si bien la coloca como “tu, mujer”, en esencia es otro ser igual al “yo, hombre”.
Desde la óptica biológica la diferenciación de sexos en la mayoría de las especies es un hecho natural, y la diferencia está en quien porta la célula reproductiva y quien gesta el embrión en su cuerpo. Socialmente, el desempeño de roles hace la diferencia; naturales algunos y otros aprendidos hace la diferencia.
El hombre sabe que es hombre porque no es mujer; sus diferencias están en que el “yo, hombre” es fuerte y el “tu, mujer” es débil, analítica, sensible y problemática. De no existir la mujer, ¿cómo se definiría al hombre? La respuesta no puede ser simplemente basada en el sexo. Hay algo más, según Richard Dawkins, la diferencia radica en que el hombre y la mujer se interesan, desde sus respectivas condiciones, a interesarse por el bienestar de las diferentes mitades de sus hijos en un juego de suma no cero, en el que ambos pueden aumentar sus ganancias mediante la cooperación, en vez de que la ganancia de uno suponga, necesariamente, la pérdida para el otro.
Al plantearse Richard Dawkins la interrogante “¿qué define, en el fondo una hembra?”, tiene que aceptar que son rasgos biológicos muy diferenciados de lo que se considera un hombre para quedarse con la respuesta que da la consideración de los animales y las plantas. “Y es que las células sexuales o gametos de los machos son mucho más pequeños y numerosos que los gametos de las hembras”. Y en cuanto a la explotación femenina, concluye que es por el limitado número de hijos (con su aporte del 50 por ciento) que puede tener la hembra en relación con el número ilimitado de hijos que pueda tener el macho.
Factor importante a considerar es la afirmación de Charles Dawkins de la gestión egoísta del cuido de los hijos por el macho; es la hembra quien tiene todo el peso de tal actividad. “Por lo tanto, entre los animales terrestres el cuidado maternal es más común que el cuidado paterno”. La mujer moderna tiene la ardua labor de ser profesional, madre y esposa. En cada uno de los roles desea tener éxito, pero son los genes egoístas del varón dominante los que producen conflictos que de una u otra forma inciden en la conducta, tanto de “tú, mujer” como del “yo, hombre”.
Por otro lado, el “tú, mujer” es un ser humano y como tal, tiene el derecho indiscutible de ser tratada como tal con igualdad y con respeto. Es también muy humano que tenga sentimientos, anhelos, metas y pensamiento propio, y no hay genes que tengan que ver con su comportamiento en el proceso relacional. Lo que si es cierto es que complementa con el “yo, hombre”, uniendo su igual porcentaje de genes para hacer otro ser humano, el cual aparte de sus genes característicos, aprenderá un comportamiento social diferencial, donde los “meme” son los agentes, según Charles Dawkins, que tienen la total responsabilidad de la transmisión cultural en el ser humano, incluyendo el egoísmo, que tantas veces determinan la personalidad egoísta del “tú, mujer”.
En esta perspectiva es lógico pensar que al desarrollarse plenamente como ser humano, el “tú, mujer”, al igual que el “Yo, hombre”, desde su dimensión bioética, asuma como objetivo, la búsqueda consciente y perseverante de la propia realización, en una interacción genética con su contraparte para perpetuar la especie y ser un ente humanizante, al desarrollarse plenamente como ser humano sin importar la tarea de los genes egoístas que pueden estar luchando en sus ser para destacarse.
En tal sentido, hay que recordar que en general, en todo ser humano, en principio operan: en primer lugar, la ética deontológica que impulsa al ser humano hacia un quehacer conforme a la ley natural de la especie. En segundo lugar, la ética teleológica que estimula la buena acción, y la buena acción es el fin, y el fin justifica los medios, siendo el fin final la voluntad de Dios, donde los genes no tienen participación alguna. En tercer lugar, la ética aretaica que hace énfasis en las características morales del ser humano, más que en las acciones particulares. Finalmente, el relativismo ético según el cual cada ser humano tiene por bien, lo que considera que es bueno para él, donde tal vez operan los genes egoístas que menciona Charles Dawkins.
En resumen, tanto para el “yo, hombre” como para “el tú mujer” todo gira alrededor de tratar a los demás como te gustaría que te trataran a ti, conscientes de que el ser humano no es un ser altruista en su mayoría, ni mucho menos bienintencionado, sea “yo, hombre “o “tú, mujer”.
4.- El ser humano en la sociedad
Desde la óptica de Charles Dawkins que ve en el apareamiento el predominio o la diferencia entre el “yo, hombre” y el “tú, mujer”, hasta la visión de la sociología moderna en la que ambos seres son objeto sociales, se puede afirmar que un rasgo característico de esa relación lo constituye el hecho de que “tú, mujer” está en la permanente búsqueda de la fidelidad a largo plazo como estrategia de sobrevivencia, aún cuando según el autor en referencia, “ciertamente efectúa más trabajo directo en beneficio de los hijos del que efectúa el padre (“yo, hombre”), pero este último a menudo trabaja duramente… con el fin de proporcionar los recursos materiales que son invertidos en los hijos”.
Interesante es la afirmación que el mismo Charles Dawkins da de la forma de vida del ser humano, la cual está determinada, en gran medida por la cultura más bien que por los genes. En ella el “yo, hombre”, en general, tiene tendencia a la promiscuidad y el “tú mujer” a la monogamia. La prevalencia de una de ellas depende de circunstancias culturales, como lo haría prevalecer, en las diferentes especies animales, las circunstancias ecológicas, y concluye que, un biólogo se verá forzado a sospechar que está contemplando una sociedad en la que “tú, mujer” compiten por los “yo, hombre” y no al contrario.
Lo que si es una realidad, es que ambos necesitan de la sociedad y por su condición humana requieren del aprendizaje, de las costumbres y de las relaciones, involucradas en una estática y en una dinámica social.
Siempre se ha dicho que la vida humana es vida social, donde aumentan las posibilidades de sobrevivir y multiplicarse, así como la oportunidad de desarrollar el altruismo. El ser humano visto como especie, conlleva debilidad y si sobrevive es por su carácter social que lo ha llevado a configurar una cultura que se va desarrollando y lo va envolviendo hasta tal punto, que casi es un esclavo de la condición social.
El ser humano y la sociedad es un binomio inseparable, que gracias a la rehechura continua del ser humano, se han hecho esenciales y tiene tanta fuerza la conformación social del ser humano, que ha influenciado la evolución del “yo, hombre” y del “tú mujer” en una perfecta unión biosocial que perpetua la especie haciendo de lo social parte de la naturaleza humana.
5.- ¿Es ético cuidar el “yo”?
En relación a la ética personal mucho se ha escrito. Es una telaraña en toda la estructura de la personalidad, y como bien lo afirma Víctor Guédez, “la ética es consustancial al ser humano y ella rige su comportamiento en todas las dimensiones y contextos en donde se desempeñe”.
El exceso de muchos medios y la escasa cantidad de fines están gravitando en la vida social y en particular en el ser humano. Los avances tecnológicos, la constanteglobalización y los retrocesos ideológicos que empañan la acción del desarrollo, conllevan unas esenciales exigencias éticas que la sociedad en general tiene que acatar, donde el ser humano se ve imposibilitado en algunos casos y obligado en otros, a aceptar determinados comportamientos éticos bajo el rechazo o aceptación de sus genes hereditarios.
Según Víctor Guédez, la ética tiene cuatro premisas que obligan a su interpretación y que de una u otra forma atañen al ser biológico en lo esencial de sus genes:
1. “Asunto de principios y convicciones, es también cuestión de inteligencia”. Quién no asume una claridad de reglas y una transparencia de conductas está condenado al fracaso social.
2. “La ética, más que un asunto de prohibiciones y restricciones, es una exigencia de relaciones”. Quien no asume una conducta preactiva, no se ocupa por los demás y mucho menos por sí mismo.
3. “La ética, además de revelar una conciencia individual y un compromiso personal, ahora también responde a un alcance grupal, organizacional y cultural”. Quien no asume una conducta ética personal, no puede integrarse en la conducta ética de las organizaciones a las que pertenece.
4. “La ética, por encima de los aspectos vinculados con el conocimiento y la tecnología, es la ola que orienta la prospectiva del siglo XXI”. Quien no participa en la ola ética no está contribuyendo con el compromiso de sobrevivir, convivir y de vivir.
Todo ello bajo el convencimiento de que la ética es fruto de las convicciones que viene desde adentro de la conciencia del ser humano y que le dice que no debe engañarse a sí mismo, conlleva aceptación de su libertad personal en forma proactiva.
Siendo el ser humano un ente de relaciones e interacciones, la ética viene a ser la mediadora entre esas relaciones que incluye al ser humano mismo, sus semejantes, la naturaleza y su ecosistema y a Dios, donde la autoestima y la solidaridad constituyen las dos bases en las cuales va a sustentarse la personalidad del “yo”. Ya lo dijo Gandi: “Si yo quiero ver las cosas cambiar allá afuera, primero necesito cambiarlas aquí adentro”. Por otro lado, hay que pensar que en un futuro muy cercano el “yo” será remplazado por la “singularidad”, lo cual cambiará la visión propia de la vida en general y la vida individual en particular, pero mientras eso llegue a la sociedad actual, tenemos que seguir considerando el “yo”.
Para Charles Dawkins, una actividad sorprendente dentro del contexto de la interacción, es la de la propensión que tienen los animales a vivir en grupos, donde el individuo egoísta obtiene una serie de beneficios que no tendría si actuase solo. Con ello evita riesgos o lo que es lo mismo, genera una estrategia de mantener el “yo”, lo cual no quiere decir que pierde su individualidad. Se trata sólo de protegerse, y no es antiético tal proceder, ya que es ético tener una conciencia individual y un compromiso personal con su supervivencia, como lo hacen los otros seres, especialmente los animales que aún cuando conservan su espacio, buscan la agrupación para protegerse de contingencias predadoras.
Es el instinto de cada individuo el que guiará su comportamiento, como sucede en el ser humano. El concepto de altruismo queda rezagado por el de supervivencia, lo que justifica tal proceder que no está en contraste con principios éticos, es entonces que cobra vigencia el concepto de ego- altruismo de Roland Matthies quien lo describe como: “el hombre logrará adelantar al máximo sus propios intereses, cuando pone a su vida a funcionar en armonía con el mundo en su contorno, considerando por igual las necesidades de ese mundo, como las suyas propias”.

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