jueves, 16 de febrero de 2012

Libertad

No es difícil definir la libertad; lo difícil es comprenderla, pues el concepto de libertad lleva implícito el de respeto (mi libertad termina donde empieza la suya).
En otras palabras, lo que permite a cada uno decidir qué hacer o no con su vida, lo hace libre, pero también responsable de sus actos para consigo mismo, el mundo en el que habita y los demás seres vivos.
En el devenir de nuestra existencia vamos sorteando obstáculos, cometiendo errores y aprendiendo de ellos; cayendo y levantándonos…porque “fallar es temporal pero rendirse es permanente”. Los problemas que tenemos hoy no se resolverán si seguimos pensando y actuando de la misma manera que cuando los creamos.
En nuestro crecimiento personal sufrimos, porque crecer (en todos los aspectos) es un proceso vital que duele. Está claro que no podemos elegir todo lo que nos sucede, pero sí cómo responder a ello. En la respuesta radica nuestra libertad esencial, la que nos permite ser el director en la representación escénica de nuestra vida, además del actor principal. “Lo importante no es lo que la vida hace contigo, sino lo que tú haces con la vida” (Jean Paul Sartre).
Dentro de cada ser humano ocurre una pelea entre dos animales salvajes. Uno de ellos representa la maldad, la ira, la envidia, la avaricia, la arrogancia, el resentimiento, la falsedad, el orgullo, la prepotencia y la egolatría. El otro es la imagen de la bondad, la alegría, la serenidad, la dulzura, la generosidad, la benevolencia, la empatía, la verdad, la compasión y la humildad.
¿Cuál de los dos animales ganará la pelea?, la respuesta es muy simple: “el que sea alimentado”. Mi libertad consiste en escoger el animal que quiero alimentar y al convertirse en el más fuerte matará al otro, o al menos lo dejará menguado.
Pitágoras, 500 años antes de Cristo dijo: “El hombre que no sea dueño de sí mismo, nunca será libre”. Para ser dueños de nosotros mismos es necesario movernos hacia delante en la dirección que apuntan nuestros deseos. Estar dispuestos a poner de nuestra propia carne en el asador para conseguirlos, no esperar que el mundo ni los demás hagan el trabajo por nosotros. Saber que se debe sembrar si luego se pretende recoger la cosecha, que no se trata de llegar a ningún sitio, sino de fluir en el río de la vida.
Para ser libres es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la existencia. Si insistimos en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, perderemos la alegría. Es necesario seguir adelante cerrando capítulos. ¡Los hechos pasan y hay que decirlos hasta nunca!
Por eso a veces es tan importante destruir recuerdos, cambiar de casa, hacer nuevos amigos, dejar ese trabajo que nos hace infelices, comenzar una nueva relación de pareja… Los cambios externos simbolizan procesos internos de superación. En este mundo nadie juega con las cartas marcadas, y debemos aprender a ganar y a perder; a vivir sólo en el presente; a soltar la añoranza y el resentimiento; a sacudirnos de encima todo aquello que nos impide crecer. “La vida sólo puede ser comprendida mirando para atrás, pero para ser vivida no tiene más que una dirección: hacia delante” (Kierkegaard).
Aún si estás haciendo algo que no te gusta, estás eligiendo, estás haciendo uso de tu libertad. El mundo se ve de otra forma cuando tomamos conciencia de que todo lo que tenemos es el fruto de nuestras elecciones. Por lo tanto elige soñar todo aquello que te haga ilusión, ir a donde te lleven tus inquietudes, ser la mejor posibilidad de ti mismo, porque nunca volverás a recorrer este camino y tan sólo tienes una oportunidad para hacer todo lo que quieres hacer con tu vida.
Ser libre significa poseer independencia sobre los compromisos, los resultados, las opiniones y las expectativas.
Libertad es ser quien soy y no la que los demás esperan que yo sea; es pensar lo que pienso y sentir lo que siento, y no necesariamente lo que debería pensar o sentir, o lo que otros hubieran pensado o sentido, o lo que esperan que yo piense o sienta.
Libertad es salir al mundo a buscar lo que creo que necesito, en lugar de vivir esperando que otros me lo den o me concedan el permiso para conseguirlo.
Libertad significa correr el riesgo que yo decida correr, siempre y cuando esté dispuesta a afrontar por mí misma el precio de dicho riesgo. Incluye mi libertad de actuar según lo que me dicte mi conciencia y de decidir dónde quiero estar en cada momento y sobre todo con quien.

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