martes, 7 de julio de 2009

El cerebro es "social"

Estamos diseñados para conectarnos unos con otros. De cerebro a cerebro existen unos "radares" inter-personales que nos dicen cuándo acercarnos y cuándo alejarnos de los demás.
Los niños pequeños se asustan con los payasos cuando tienen los rostros pintados; intuitivamente no pueden descifrar si son de confiar o no.
Cuando nos interconectamos, ocurre una danza emocional en nuestros cerebros que envía cataratas de hormonas que regulan nuestro sistema biológico, desde el corazón hasta las células inmunológicas. Cuando estamos enamoradas, una mirada del ser amado cambia el ritmo del corazón; la excitación altera las secreciones del cuerpo.
Nuestras relaciones, no solo moldean nuestra experiencia afectiva, sino hasta nuestra biología.
Hay relaciones tóxicas que impactan nuestra salud con toxinas que deprimen el sistema de defensa de nuestro cuerpo. Nos volvemos más vulnerables a las enfermedades.
Así lo afirman los estudios en un campo de la medicina que se llama: la neurociencia social. El cerebro dirige el comportamiento social y a su vez el mundo social influye en nuestro cerebro y en nuestra biología.
Convivir o trabajar con una persona negativa, desmotivada, hostil e infeliz, impacta nuestro bienestar total: cuerpo-mente-emociones. Aún más crea un déficit espiritual porque es inconcebible el amor en una convivencia donde existe el maltrato verbal, psicológico o físico.
La invasión de la tecnología ha aumentado la desconexión de unos con otros. Daniel Goleman en su libro Inteligencia Social llama a este fenómeno: autismo social. Estamos diseñados para vivir en comunidad; somos seres en continua conexión que nos influenciamos y complementamos unos y otros.
Hoy, para llenar esa "necesidad" de conexión, hemos encontrado en el ordenador al prójimo "virtual". Como no podemos confirmar la confiabilidad de esas relacione en el trato directo intuitivo, es importante usar nuestra inteligencia social para reconocer si éstas son relaciones constructivas o son destructivas.
Inteligencia social es la destreza interna para percibir e identificar los diferentes estados de ánimo de las personas con quienes interactuamos. Es posible aprender a descifrar intenciones, sentimientos detrás del disimulo y el respeto a la individualidad de cada cual. Con esa información podemos relacionarnos adecuadamente
Esta inteligencia social esta cimentada en la conexión intra-personal, cuando estamos sintonizados con nuestro ser. No es de índole biológica ni genética. Es una compresión empática que no se aprende en el desarrollo académico sino en el desarrollo personal. Cuando sentimos empatía y respeto incondicional hacia los demás y mantenemos límites saludables de acercamiento y privacidad, estamos desarrollando nuestra inteligencia social.
Toda buena relación comienza con la conexión íntima con una misma. Desde nuestro ser nos sintonizamos con los demás a través de los mensajes verbales y no verbales que comunicamos.
Si nuestro centro interno proyecta al cerebro de las otras personas mensajes positivos de quienes somos, atraeremos relaciones nutritivas.
¿Con cuáles te sientes más identificada?
Vibraciones negativas: inseguridad, desconfianza, dependencia emocional, falta de alegría, conciencia de víctima, incongruencias, hostilidad, búsqueda de amor cargante ante la propia impotencia de amarse a sí misma.
Vibraciones positivas: seguridad en sí misma, auto valor, independencia de criterio, esperanza, aprecio a la vida, paz, felicidad, responsable de sí misma y capacitada para el amor acompañante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario