miércoles, 25 de abril de 2012

No compitamos, mejor cooperemos


Si queremos vivir en felicidad y tranquilidad, tenemos que llevarnos bien con las personas que convivimos, especialmente si es nuestra pareja.

A veces encontramos problemas en todos lados, y sentimos que volver a casa es llegar al campo de batalla, lugar de recriminarnos mutuamente como si compitiésemos por ver quien tiene más razón.
Si queremos llevarnos bien, busquemos ser comunicativas y cooperativas. No prestemos atención a comentarios malintencionados y dejemos que la luz de nuestras bondad y buen proceder alumbre el camino a seguir.

Los seres humanos estamos inmersos en una red de juegos sociales creados por otros seres humanos. No conocemos sus caras o nombres; a veces y de vez en tanto aparecen algunos, esos dueños de las leyes del mercado, del proceder correcto, de los que crean la mirada de una sociedad; en la mayoría de los casos obedecemos verdades sin cuestionar ni su origen ni su practicidad.
Crecemos y nos relacionamos, nos lanzamos a la búsqueda de la pareja, el compañero leal, amoroso, ese hombre con el que podamos sentir una comunión íntima y personal; mucho más que el sexo, o las palabras bonitas.

Pero cuando lo conocemos, justo cuando nos atrevemos a correr el riesgo de exponernos, de dejar a un paso la hojalata de nuestras defensas, e intentamos que nuestros mundos convivan, muchas veces nos corremos del contexto adecuado:

Los problemas cotidianos, el dinero que no alcanza, los niños que se portan mal, o las dificultades para alcanzar las metas, los sueños personales; la sensación de “ser incomprendidas”, nos maneja día a día, y en repetidas ocasiones no advertimos lo que se presenta frente a nuestros ojos.
Creamos nuestros propios conflictos:
Llegamos a la casa y en lugar de relajarnos y disfrutar de quienes somos con el otro; creemos descubrir que el campo de batalla está ahí, en la sala o comedor de nuestro hogar; y el enemigo es la pareja.

Y entramos en una competencia absurda, buscándonos más problemas de los que ya tenemos, o veces creo que sería mucho más simple si existiera un termómetro del estrés, para saber quién o qué tiene la razón.
Todo se transforma en una proyección de las frustraciones internas,buscamos enjuiciar, inculpar, a los demás de la infelicidad que sentimos. Los silencios mortuorios o los golpes de puerta furiosos que dan por finalizada una conversación, son las habituales guerras que no recompensan a nadie. Aunque en el inconsciente de la pareja que ninguno haya ganado es un triunfo.
Ahora me pregunto, ¿para qué? ¿Para qué pretendemos ganarle al otro? ¿Qué es lo que queremos ganarles? ¿Por qué es tan importante tener la razón en algo? ¿Qué hacemos con la razón? ¿Qué es tener la razón? ¿Nos enriquece? ¿Nos hace crecer como personas?

Perder-perder no es ninguna fórmula exitosa para la vida; debemos aprender a cambiar la óptica y a vivirnos en el contexto cooperativo. Reivindicando el bien por el bien mismo y no por la conveniencia; dar nuestro cien por ciento el cien por ciento de las veces; independientemente de cómo el otro sea; dejar de ser espejitos; “si me habla bonito, respondo bonito”, “ si me ignora, lo ignoro”, “ si no es romántico, no soy romántica”; ese juego según las conveniencia no nos vuelve auténticas.

Si tu pareja te ignora, pues confróntalo, pregúntale que sucede. Ser cooperativo es darle al otro lo que necesita, para poder actuar así, hay que fomentar la comunicación.

La cooperación es un valor fundamental, implica sacar la cabeza del ombligo y construir de la mano con otros. Es resaltar el amor como un conjunto, más que como un binomio. Y entonces cada día poder descubrir en el corazón, que el amor es lo más fuerte.

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