martes, 22 de marzo de 2011

Volver a empezar

Estrenar es siempre un acontecimiento feliz... especialmente en lo que a relaciones refiere. Los comienzos del amor dejan siempre una huella imperecedera de nube blanca y aroma fascinante. Nadie olvida aquel principio que se recuerda como un pórtico triunfal. ¿Te gustaría re-vivirlo? Pues es muy sencillo, cada enfado puede terminar en un "volver a empezar".

La fórmula podríamos patentarla en un eslogan: Si quiere ser feliz, enfádese muchas veces y vuelva a hacer las paces..., verá qué bien lo pasa.

Esta introducción, en tono festivo desemboca en un pequeño consejo práctico que todas las parejas deberían tener en cuenta:
Siempre conviene desdramatizar los conflictos
En muchas ocasiones, las peleas matrimoniales son -como en las viejas películas- "una batalla naval en una piscina". De ahí que la primera condición para superarlas es no asustarse.
Es cierto que el hogar no es un sauna, donde se eliminan las toxinas que se han producido en el trabajo, pero eso hay que aceptarlo y superarlo. Sería mucho mejor que nunca nos doliera el estómago y tuviéramos las calles llenas de lugares donde estacionar nuestro automóvil, pero no es así.
¿Cómo superar los conflictos en el matrimonio?
Con inteligencia, que es habilidad;
con serenidad, que es fortaleza;
y con sensibilidad, que es amor.
Seguramente, ambos ya se conocen hasta en el modo de cerrar la puerta; por lo tanto es el momento de poner en juego los resortes. Convendrá quitarse del medio para que pase la locomotora y esperar que poco a poco pierda gas la caldera. A pesar de todo, puede llegar un momento en que los nervios también se le disparen al otro y en vez de agua, eche gasolina al fuego. Pero... no pasa nada. Absolutamente nada.
Una de las realidades que tiene que aceptar un matrimonio es que una vida conyugal no es una inmensa llanura esteparia. La vida matrimonial es una aventura más bien parecida a la de los exploradores del Amazonas. Puede, debe..., ocurrirá de todo. Lo importante es fortalecerse en la ruta, ser feliz mientras se camina, superar los obstáculos, permanecer en un continuo apoyo uno del otro. Estar siempre joven para cultivar la capacidad de asombro. Poner una redoblada ilusión después de cada aventura.
Me vienen a la mente las palabras de un suegro, quien comentaba a su futuro yerno pocos días antes de su boda: "Mira hijo, yo no sé si vais a ser felices... ese es un problema vuestro. Hay, sin embargo, una cosa que sí puedo garantizarte: con mi hija, no te vas a aburrir."
No asustarse de nada, no dramatizar ningún conflicto.
Es bien cierto que, en algunas ocasiones, las peleas son sólo la erupción de una enfermedad mucho más profunda. Ahí sí hay que estar alerta, sería bueno no avanzar demasiado sin antes abordar los temas serios. Cuando se detecta que bajo el mar rizado hay un fondo turbulento, se debe esperar a que la superficie se aquiete, pero después calar a fondo. Pasados unos días, elegir la oportunidad y -habiendo hecho acopio de sosiego y de paz-:
Hablar, hablar y hablar.
Sacar todo lo que hay adentro... que no se pudra.
En voz baja, con mesura, pero hablar.
Es el momento de derrochar comprensión hacia el otro, de confiar en su rectitud de intención, de ofrecer ayuda, de presentar la vertiente positiva y de sacar al final la goma de borrar. No hay nada en este mundo que un alma grande y enamorada no pueda borrar.
Y no olvides que el que hace el mal merece más compasión que el que lo sufre, porque el mal le afecta más de cerca. Por eso la forma suprema del amor consiste en consolar al malvado, del mal que nos ha hecho.
Así, medio en broma-medio en serio, intentamos abordar el tema de los conflictos en el matrimonio. Ni yo, ni nadie, creo que tengamos una receta y la casuística es infinita. Yo me conformaría con que este artículo sirva para recordarte que el momento del enfado es como esos entreactos que se producen en las comedias, para descansar y esperar el acto siguiente con una nueva expectativa.
En el matrimonio es muy bueno... volver a empezar.
¿Volvería a empezar tras una infidelidad?

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