martes, 17 de mayo de 2011

Equilibrando la persona equilibramos sus relaciones

Las relaciones humanas en la empresa parten de un principio básico, el trabajo es un aspecto esencial de la vida humana.
 
A pesar de lo que puedan decir hombres y mujeres, una buena parte acaban disfrutando del trabajo que realizan. Se teme a la falta de trabajo porque es imprescindible para vivir; es la señal de que somos útiles a los demás. Esto es lo que les sucede a una buena parte de los prejubilados, que aunque sigan percibiendo la misma retribución  que en activo, se desmoralizan porque se sienten ya inútiles. Y también podría citarse como ejemplo,  la incertidumbre que sufren los parados a pesar de que reciban un subsidio.El dinero que se percibe por el trabajo, en contra de cuanto se dice, es de los incentivos menos importantes. La satisfacción en el trabajo tiene poco que ver con las condiciones físicas  en que el trabajo se realiza, si no más bien con sus condiciones psicológicas, seguridad en el empleo, consideración, reconocimiento del trabajo, buena relación, etc.
 
Todo esto nos traslada a otro principio básico, la persona es el aspecto básico de la empresa.
Y es la persona, la que con otras, se relaciona, se comunica, convive, manda, obedece, organiza, etc.
Esta relación está basada en unos principios equilibrados, si la persona presenta un equilibrio personal. Sin embargo ante personas desequilibradas, neuróticas, egoistas, desconfiadas, etc., las relaciones que se generan son su propia proyección personal.
Recordemos aquí, aquel cuento de Gabriel García Marquez que dice así:
Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.
 
Cierto día, su hijo de 7 años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención. De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo:
- Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie.
Entonces calculó que al pequeño le llevaría 10 días componer el mapa, pero no fue así. Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente.
- Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo.
Al principio el padre no creyó en el niño. Pensó que sería imposible que, a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes.
Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz? De esta manera, el padre preguntó con asombro a su hijo:
- Hijito, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste?
- Papá, respondió el niño; yo no sabía como era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que di vuelta los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía como era. "Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y vi que había arreglado al mundo".
Yo hago mías las conclusiones de aquel niño y extrapolándolas al mundo laboral, podríamos asegurar que: equilibrando a la persona, equilibraríamos las relaciones humanas en la empresa.

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