lunes, 23 de mayo de 2011

LA ESPERANZA (SEGUNDA DE DOS)

Uno de los mayores placeres de la vida cotidiana se manifiesta en la experiencia rica de la amistad que apela al ámbito de intimidad en el que una persona se muestra exactamente tal y como es. Un verdadero amigo acepta al otro asumiendo sus defectos y valorando sus virtudes.  El ser humano es social por naturaleza aunque también como individuo deba cultivar sus momentos de soledad. Sin embargo, la compañía es necesaria como muestra el hecho tan evidente de que todos vivimos en sociedad y somos recibidos en el seno de una familia cuando nacemos. Curiosamente, muchos de los problemas de la edad adulta tienen su razón de ser en las carencias afectivas experimentadas en la infancia como consecuencia, en algunas ocasiones, de formar parte de familias desestructuradas.

    Uno de los pensadores que más reflexionó sobre la importancia de la amistad es Platón que escribe sus obras a modo de diálogo entre diferentes personajes ya que la verdad de la idea se alcanza mejor a través de la conversación con el amigo. La palabra es un vehículo de comunicación muy eficaz si se utiliza de la forma adecuada, es decir, si se practica la asertividad, la escucha activa y la empatía. Además, como explica Tomás de Aquino el verdadero amigo es aquel que quiere al otro tal como a sí mismo. De este modo, no sólo compartirán momentos de alegría sino también situaciones de dificultad que serán aliviadas a través del consuelo generado por la compañía y el cariño de un verdadero amigo.
  
    Conviene destacar este punto, ya que en algunas ocasiones la soledad es la causa de la desesperación. Todo ser humano necesita lo mismo a cualquier edad: querer y sentirse querido por los demás, es decir, la necesidad de reconocimiento es innata en nuestro modo de ser. Sin embargo, hoy día descubrimos a través de los medios de comunicación diferentes historias que muestran la soledad de algunas vidas, por ejemplo, la de aquellos ancianos que mueren solos en sus casas sin que nadie les eche en falta durante varios días. Si existe una etapa de la vida que debe nutrirse de la esperanza es precisamente la vejez. Esperanza manifestada en el cariño, en el cuidado, el respeto, la admiración y el agradecimiento de la familia. Vivimos en una sociedad que equipara el éxito con la juventud y relega a los más mayores a un segundo plano. Sin embargo, la educación en valores y el diálogo intergeneracional sería un éxito en beneficio de todos ya que los más jóvenes podrían enriquecerse de la experiencia propia de aquellos que están al final de su vida, y por otro lado, los más jóvenes ayudarían a los ancianos en aquellas tareas que les cuesta más trabajo realizar como consecuencia de los achaques propios de la edad.

    La consecuencia más trágica de la desesperación es el suicidio. La decisión que toma aquel que no quiere continuar su existencia deja un profundo vacío y puede producir sin sentido en familiares y amigos que en ocasiones se sienten responsables de no haber evitado la tragedia.  Por tanto, la desesperación muestra un grado de tristeza agudo y en grado máximo. La tristeza exagerada agota y produce cansancio ya que una de las sensaciones que experimentan, por ejemplo, los enfermos de depresión a nivel físico es la de llevar una piedra pesada sobre sus hombros. Quizá así puede comprenderse la pereza que tiene este tipo de personas para realizar acciones cotidianas que, sin embargo, para aquel que está deprimido se tornan muy costosas.
La sociedad actual también ha experimentado un aumento excesivo de fármacos destinados a tratar algún trastorno anímico que producen dependencia en el paciente. Existen muchas ocasiones en las que la medicación es fundamental y necesaria, especialmente, en el caso de las llamadas depresiones endógenas. Además, del mismo modo que una persona debe acudir al médico cuando tiene gripe también debe acudir al psicólogo o psiquiatra cuando no se siente bien a nivel anímico. Sin embargo, existen otras ocasiones en las que la persona también puede poner mucho de sí misma para enfrentarse a la situación, especialmente, si tiene información y la utiliza eficazmente. Por esta razón, nada es tan adecuado como el autoconocimiento para hacer frente a una situación complicada. Vivimos en un tiempo que realza tanto el papel del placer y el deleite de los sentidos que prácticamente el hombre teme el dolor y la tristeza de forma exagerada. Lo cierto es que el placer no tendría sentido si no existiera el dolor; ni la alegría adquiriría un significado especial sin su contrario: la tristeza. En la sociedad tecnológica que avanza hacia la vida supone un esfuerzo añadido nombrar otra realidad que va en contra del instinto de supervivencia de todo hombre: la muerte. Sin embargo, no se puede comprender la vida si no se asume la naturaleza finita y temporal del ser humano.

     El papel del filósofo es necesario en nuestro tiempo. Durante muchos siglos, el resto de ciencias formaron parte de la sabiduría primera hasta que se erigieron como disciplinas independientes. Sin embargo, en la actualidad la filosofía ha perdido el prestigio que tuvo en sus orígenes y merece la pena apostar por dedicar un espacio a la reflexión ya que todo hombre lleva un filósofo dentro de sí mismo cuando se hace preguntas trascendentales, cuando quiere conocer la verdad, cuando se sorprende por la maravilla del universo creado...

    La esperanza comienza por la formación. La formación enriquece la mente y el alma. Le dota de habilidades vitales importantes como muestra el éxito y la proliferación de los libros de autoayuda. La llamada sociedad del bienestar  acarrea paradójicamente grandes dosis de infelicidad que puede aliviarse apostando por las humanidades en beneficio del hombre.
La conclusión de este curso es positiva: siempre existe un hueco para la esperanza, incluso, en los momentos de máxima dificultad. La razón es muy sencilla: el sufrimiento siempre pasa aunque en algunas ocasiones debamos dedicar más tiempo para sanar la herida. Si dedicas unos minutos a recordar tu pasado verás que ya superaste muchas situaciones de dificultad con éxito. Por tanto, en el futuro también podrás hacerlo, incluso mejor, ya que tienes un aprendizaje vital acumulado sobre tu espalda que podrás utilizar en tu propio beneficio cuando llegue el momento. El horizonte del futuro siempre se abre majestuoso por una emoción que ilumina el alma: la confianza. Si escuchamos dentro de nosotros mismos todos podemos sentir el deseo de felicidad continuado que nos mueve con fuerza.  Por tanto, debemos confiar en nuestro destino que nos sorprende cada día con detalles para el agradecimiento y en nuestra propia capacidad personal para que al final de nuestra vida podamos afirmar igual que hizo Pablo Neruda: "Confieso que he vivido". Una frase muy hermosa puesto que muestra la satisfacción de un hombre que se siente bien con su existencia porque ha aprovechado el tiempo viviendo al máximo cada instante en las diferentes facetas de su vida.

    La vida es mucho más sencilla de lo que parece; sólo es necesario vivir. Seguramente, en el último momento consideraremos superficiales muchas de las cosas a las que damos importancia ahora. Para finalizar, quiero darte las gracias como alumno de este curso por haberte interesado en el contenido de estas páginas que espero que te hayan servido, simplemente, para hacerte reflexionar como haría cualquier filósofo que persigue aquello que Aristóteles llamaba vida lograda o eudaimonia. Sólo tú puedes saber qué te hace feliz a ti aquí y ahora.

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